Dudan sobre las versiones oficiales de balaceras

El enfrentamiento registrado el pasado 30 de junio en el municipio de Tlaltlaya entre elementos del Ejército e integrantes del crimen organizado, que dejó como saldo 22 delincuentes muertos ha levantado una serie de dudas sobre lo ocurrido, comentó el analista de seguridad Alejandro Hope, exfuncionario en el servicio de inteligencia mexicano. De acuerdo con […]

El enfrentamiento registrado el pasado 30 de junio en el municipio de Tlaltlaya entre elementos del Ejército e integrantes del crimen organizado, que dejó como saldo 22 delincuentes muertos ha levantado una serie de dudas sobre lo ocurrido, comentó el analista de seguridad Alejandro Hope, exfuncionario en el servicio de inteligencia mexicano.

De acuerdo con un despacho de la agencia de noticias internacional Associated Press (AP), en un depósito de granos ubicado en las montañas del sur del Estado de México, donde se registró el enfrentamiento solo se observan dos orificios de bala y las manchas de sangre, que revelan una historia sombría que a decir las autoridades involucra a soldados y presuntos criminales. Aunque la realidad podría no tener nada que ver con la versión oficial.

AP, retoma lo dicho por la Secretaría de la Defensa Nacional de México (SEDENA), que en su momento informó que el 30 de junio unos soldados patrullaban uno de los rincones más violentos y anárquicos del país cuando les dispararon desde un depósito donde se escondía una banda de 21 varones y una mujer. Un soldado resultó herido, pero todos los sospechosos murieron dentro del edificio.

El incidente es el más llamativo en una serie de enfrentamientos en los que el ejército dice que los criminales dispararon primero a los soldados y que estos respondieron matando a todos sufriendo pocas o ninguna baja. Ha habido tantos incidentes de ese tenor que grupos defensores de los derechos humanos y analistas han empezado a dudar de las versiones de los militares.

Periodistas de AP, acudieron al sitio del enfrentamiento tres días después, donde observaron las manchas de sangre y los orificios de bala en los muros de hormigón. La bodega en la que fueron encontrados muchos de los cadáveres no tenía muchas evidencias que de que el enfrentamiento fuera prolongado.

Un testigo, que vive cerca del depósito, dijo que oyó fuego de armas automáticas y fuertes golpes durante casi dos horas en la madrugada del 30 de junio. Pero no podría afirmar con seguridad que los ruidos provenían del depósito o de las montañas boscosas a su alrededor. El hombre, que no quiso ser identificado por temor a represalias, dijo que después que se acallaron los disparos vio a los soldados inspeccionar los cerros.

Aunque se informó que hubo un tiroteo intenso, solo seis andanadas parecen haber hecho impacto en la fachada del depósito, la única parte del edificio con ventanas o puertas en la que los soldados habrían disparado a la gente parapetada en su interior.

Tampoco había indicios de un tiroteo intenso dentro del edificio, pocos orificios de bala y ningún casquillo. Pero sí había muchas evidencias de muertes. El piso estaba manchado de sangre y se veían dispersas hojas de papel numeradas que los investigadores dejaron para marcar dónde se habían hallado los cadáveres, la mayoría cerca de las paredes.

Al menos cinco sitios en los muros internos del depósito mostraban las mismas huellas. Uno o dos grupos de agujeros de bala rodeados de una masa de manchas de sangre, lo que daba la impresión de que las personas en el interior estaban de pie frente a la pared y fueron alcanzadas por uno o dos disparos a la altura del pecho.

La distancia a la que se efectuaron los disparos fatales no fue revelada por la procuraduría general de México, que lleva a cabo las autopsias. Un funcionario estatal dijo que su oficina no podía indicar la causa de muerte debido a que es un caso federal, aunque un funcionario federal lo negó. Ambos hablaron con la condición del anonimato por no estar autorizados a hacer declaraciones oficiales.

La SEDENA no respondió a las solicitudes que se le hicieron para conocer sus comentarios.

Dos observadores del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, que inspeccionó el depósito poco antes de que las autoridades estatales lo cerraran, notaron que no hallaron indicios de balas perdidas que deberían haber dejado soldados que disparasen armas automáticas a distancia. Ni había señales de disparos efectuados desde el interior.

"Eso me parece realmente notable", comentó el observador Tom Haeck, de la ONU, y agregó que todavía no se han sacado conclusiones y que todo informe sería para uso interno de la organización internacional.

Sobre el piso de tierra del depósito también había cepillos de dientes, medicinas y contenedores vacíos de alimentos, lo que sugiere que hubo gente que se alojó en su interior.

Empleados de la oficina forense del Estado de México, que hablaron con la condición del anonimato por no estar autorizados a hacer declaraciones a la prensa, dijeron que los muertos eran mayormente jóvenes de 16 a 24 años, procedentes del estado vecino de Guerrero. Allí opera una banda de narcos conocida como Guerreros Unidos, que al parecer disputa el control de las narcorrutas en el área con el cártel La Familia, del estado de Michoacán. Las autoridades se han negado a decir qué pandilla podría haber estado vinculada al depósito.

Las reglas del ejército mexicano permiten que los soldados disparen contra civiles armados sólo si estos disparan primero. En algunos casos hay evidencias de que pandillas de narcos han atacado a los militares. Un convoy de soldados y policías fue atacado el 16 de mayo en el estado de Michoacán: cuatro soldados murieron y varios resultaron heridos. Los militares dijeron que dos soldados murieron en otra emboscada en ese estado en enero. Y cinco soldados murieron en otra emboscada en el mismo estado en 2007.

Pero últimamente son muchos más comunes los casos en los que los soldados dijeron haber sido atacados a tiros y en los que solamente los atacantes murieron.

El ejército reportó un enfrentamiento el 8 de mayo en el estado de Zacatecas en que los soldados mataron a siete hombres armados sin sufrir bajas. En cuatro casos, ocurridos durante una semana a fines de abril, las autoridades informaron que las fuerzas federales mataron a 12 hombres que los atacaron, también sin sufrir bajas. El ejército dijo que los soldados mataron a otros 11 supuestos atacantes en el estado de Tamaulipas en 2010.

 

Hope dijo que definitivamente nadie desea que haya más muertos entre los militares. Pero en el caso de San Pedro Limón, "vale la pena averiguar qué pasó allí. Es importante para despejar dudas, o sancionar a quien debe sancionarse, que haya una investigación a fondo. Yo preferiría que esto fuera una instancia no militar".

Es difícil hacer hablar a los residentes abiertamente sobre el incidente del depósito porque temen al ejército y a las pandillas de narcos que perpetran secuestros, extorsión y asesinatos mientras se desplazan libremente por el área.

Días después del incidente, reporteros de la AP en San Pedro Limón vieron a dos jóvenes vestidos con pantalones vaqueros, camisetas y cartucheras negras, cargando fusiles AK-47 montando guardia junto a un vehículo deportivo blanco, con ventanillas ahumadas, y otros dos hombres armados en el interior del vehículo, en la calle principal de San Pedro, no lejos de donde los fiscales estatales cercaban el depósito para impedir el paso.

Después que los hombres armados se fueron, los pobladores que estaban a pocos metros de distancia dijeron no haberlos visto siquiera.

Cuando se le preguntó si el camino era seguro, el conductor de un camión de transporte que vive en el pueblo cercano de Amatepec dijo que los viajeros probablemente serían detenidos por hombres armados en el camino. "Te van a preguntar de dónde vienes, qué haces aquí. Diles que vienes a visitar a un pariente que vive en San Pedro", aconsejó.

 

(Con información de AP)