El albur, un pícaro juego que te abre la mente

No me lo nieguen: de seguro algún alburero los ha agarrado en Pino Suárez o en Cuatro Caminos y los ha dejado boquiabiertos. Y hay de dos sopas: o se ofendieron por tan vulgar “lenguaje” o se encabritaron por no saber responder. Pero lo que no pueden negar es que el arte del revire –esa […]

No me lo nieguen: de seguro algún alburero los ha agarrado en Pino Suárez o en Cuatro Caminos y los ha dejado boquiabiertos. Y hay de dos sopas: o se ofendieron por tan vulgar “lenguaje” o se encabritaron por no saber responder. Pero lo que no pueden negar es que el arte del revire –esa esgrima verbal llena de picardía– es tan mexicano como el tequila y los nopalitos. El arraigo del albur tiene mil y pico de años entre nuestros compatriotas.

Originalmente, se asumía que sólo entre gente de bajos recursos o escasa educación florecía este uso de la lengua; pero hoy(o) en día, según los expertos, hasta podría ser un buen método para meterles un amplio vocabulario, mayor atención y destreza mental a los chiquitos. ¡Incluso hay diplomados en albures! ¡No mameyes en tiempos de melones! ¿A poco no se sienten como vestidos por una tela de java irlandesa?

Así que siéntense a leer, degusten sus palomas ticas (un suculento manjar en Costa Rica) y déjense penetrar por la sabiduría del albur, pa que no se las dejen Calletano viendo al Zócalo, y mejor abran pa Taxqueña.

En los 70 y 80, el cine mexicano llevó a un nuevo nivel el albur, al engendrar un género “para la barriada”: las películas de ficheras. Rafael Inclán, Lalo el Mimo, Polo Polo, Alfonso Zayas, hasta la mismísima Carmen Salinas les hacían ver al diablo por un agujero a las curvilíneas Lyn May y Sasha Montenegro. ¡Nálgame Dios! Si quieres conocer gran variedad de albures, esos retruécanos favoritos del pelón Mesobas, puedes empezar con estas pelos, digo pelis. (ay, ¿a poco no odian el maldito autocorrector del iPhone?)

Según Alfonso Hernández, cronista de Tepito y director del Centro de Estudios Tepiteños, hay dos clases de albur: el “procaz”, que surge del resentimiento, de la amargura y la “altivez misógina”, que “agrede y ofende”; y el “fino”, aquel que es incluso terapéutico, pues es un “juego lúdico, creativo y filosófico”. Tú, ¿con cuál te acomodas?

Si crees que el arte de alburear es exclusivo de mujeres, ¡te la pellizcaste! Pues el trono del mete-y-saca del lenguaje es para Lourdes Ruiz, una comerciante del barrio de Tepito. En 2007 fue designada la campeona nacional y hasta ahora nadie ha logrado destronarla. Incluso, el Ayuntamiento tepiteño le patrocinó un curso-taller-diplomado (con medallas incluidas), al cual han llegado hasta 80 alumnos. Si quieren pedir resúmenes o informes, visiten http://www.barriodetepito.com.mx, o escríbanle al correo abcdetepito@hotmail.com.

Los eruditos de la lengua enseñan que el albur puede derivar de los cuecuechcuícatl (“cantos traviesos”) de los nahuas: himnos rebosantes de erotismo y doble sentido. Otros, como nuestro Premio Nobel “el incapaz” (por aquello de OCTAVIOtehincayPAZ), señalan que es una respuesta a la represión sexual (suministrada por la Iglesia católica) y la restricción política (ejecutada por el gobierno, que te vende chiles en cajones a muy alto precio). ¿O todo será un invento de la Negra Patudona?

Aunque es conocido de muchos que el 1 de marzo es el Día del Albur, usuarios de Twitter propusieron instaurar el 19 de enero como tan espléndida efeméride. Las nalgas te quedaron como las pasas por tamañas propuestas, ¿verdad?

Algunos ejemplos, para que no te agarren desprevenido:

–       ¿Conoces al cura Melo o al cardenal Gasdas? ¿O a Alma María Rico, Rosa Melcacho Prieto, Agapito López Caste, Santiago Rico, Agapito Lope Lara, Dorotea Tornillo, Agapito Vélez Ovando, Alma Madero Benítez o a Próculo A. Prieto?

–       Cómete unas pellizcadas de huevo, un chile en sartenes mexicanos, una mojarra de salchicha o un coctel de jugo de langosta.

–       ¿Has visitado Tejeringo el Chico, San Casteabro o Somosoltlán el Grande (donde se encuentra el lago Saraz)?

–       No es lo mismo “Anita, siéntate en la hamaca”, que “siéntate en la hamacaAnita”, ni “un metro de encaje negro” que “un negro te encaje el metro”.