El gallo de oro

El mito rulfiano es el equivalente guadalupano de la literatura mexicana: nadie, ni nuestro premio Nobel, goza del “reconocimiento universal” del jalisciense nacido hace 101 años. En su momento, como es del conocimiento de todos, sólo se le atribuían dos obras: “El llano en llamas” y “Pedro Páramo”, ambas, sí, hitos literarios; ambas, sí, aclamadas […]

El mito rulfiano es el equivalente guadalupano de la literatura mexicana: nadie, ni nuestro premio Nobel, goza del “reconocimiento universal” del jalisciense nacido hace 101 años. En su momento, como es del conocimiento de todos, sólo se le atribuían dos obras: “El llano en llamas” y “Pedro Páramo”, ambas, sí, hitos literarios; ambas, sí, aclamadas y ensalzadas; y, también, hay que reconocerlo, obras cumbres. Pero no eran todo: más tarde se revelaron nuevos textos de Juan Rulfo, y hoy me ocuparé de “El gallo de oro”, una obra que duró mucho tiempo escondida.

No hay forma de saber su verdadera génesis: en su momento Rulfo habló de un texto pensado para el cine, después que sí fue elucubrado como una novela, y que su nombre original era “De la nada a la nada”. Pero bueno, la razón de su existencia es lo de menos; lo que sí creo relevante es que Rulfo nunca dio a conocer el texto para ser publicado como una narración. Desde luego, se nota el estilo y la calidad de este gran autor, pero no logra los altos vuelos de las dos obras citadas previamente; dicen los editores que “Rulfo no elaboró un guion sino una obra literaria con posibilidades de ser llevada al cine”. Así, la historia de la caída y el apogeo de Dionisio Pinzón y su gallo dorado; de Bernarda Cutiño, La Caponera, hermosa e indómita mujer (que denota particularmente el asunto cinematográfico, pues a cada rato en la narración se arranca a cantar, cual si fuera Negrete o Infante), y Lorenzo Benavides, protector inicial e infamador final, es Rulfo sin llegar a ser realmente Rulfo.