1. ¿Realmente hay una mano que mece la cuna en el conflicto universitario?
Hay quienes aseguran —con tono de café frío y mirada de sabueso— que detrás del paro en la UAEMéx se esconde una operación quirúrgica en la que figuran Maricruz Moreno Zagal, Juvenal Vargas, Raymundo Martínez, Efrén Rojas y hasta Alfredo Barrera. La hipótesis es seductora: una red de lealtades antiguas que habrían reactivado sus reflejos de poder ante una sucesión incómoda. Pero… ¿y si todo eso fuera más un guion de serie que una estructura real? ¿Hasta qué punto los nombres que suenan lo hacen por estrategia… y no por evidencia? ¿No será que en la ausencia de certezas, el vacío se llena con los rostros de siempre?
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2. ¿Quién decide a quién se cuida… y a quién se deja expuesto?
En este país, las escoltas y los vehículos blindados no se asignan por nivel de riesgo, sino por nivel de cercanía con el poder. Hay exfuncionarios que combatieron al crimen desde Seguridad Pública o la Procuraduría y hoy caminan sin protección, con la vulnerabilidad colgándoles del hombro como un gafete viejo. En contraste, hay personajes sin mayor exposición pública —ni amenazas reales— que circulan con Suburbans polarizadas y convoyes más teatrales que útiles. ¿Qué lógica aplica el gobierno para decidir quién merece resguardo? ¿Qué cálculo político permite blindar a los cómplices y desnudar a los que pusieron el cuerpo? El caso reciente de Ximena y José, asesinados en CDMX tras una historia de servicio, debería bastar para recordarlo: proteger a quien lo necesita no es privilegio… es justicia.
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3. ¿A quién le habla Cristina Ruiz cuando dice defender el agua… y la justicia?
El discurso de la presidenta del PRI Edomex no emerge desde la oposición, sino desde la orilla incómoda del poder que se repliega. Cristina Ruiz no describe un desastre ambiental, sino que lanza un anzuelo discursivo en un territorio simbólicamente codiciado: Valle de Bravo, donde vacacionan las élites, residen los aspiracionistas… y nacen las preocupaciones inmobiliarias de alto perfil. No estamos en sequía, estamos en lluvias. Pero el tema funciona: el agua no sólo conecta comunidades, conecta votos, sobre todo cuando se menciona el Cutzamala, que atraviesa media entidad y llega hasta el grifo capitalino. ¿Por qué el PRI enarbola ahora esta bandera? Porque sabe que Morena entra a escena y necesita colocarse como conciencia técnica, como quien advirtió primero. La defensa del agua no es sólo ambiental ni social: es una jugada política que busca blindar territorio simbólico antes de que la narrativa cambie de dueño. Y, mientras tanto, las fugas siguen… tanto en la red hidráulica como en la credibilidad.
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4. ¿Cuántos más viven atrapados en el limbo del ISSEMyM?
La historia de María del Carmen, una mujer de 75 años con fractura vertebral que no ha recibido más que analgésicos desde enero, no es una excepción: es el síntoma de un sistema que ya no funciona. Su hija, también enferma, ha sido ignorada; otra familiar lleva 12 años esperando un trasplante de riñón. El ISSEMyM ya no es un instituto de seguridad: es un laberinto sin salida donde se pierde la salud, la esperanza y la dignidad. Esta familia vive entre el dolor y la espera, con la desesperanza de quien suplica sin ser escuchado. Por eso, más allá de los trámites y los protocolos, este bloque lanza una pregunta a la conciencia humana del director Ignacio Salgado: ¿cuánto más se puede postergar el derecho a vivir sin dolor? La técnica no justifica la inacción cuando la urgencia grita desde una cama.
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5. ¿Está listo el Estado de México para su mayor elección en la historia?
El año 2027 será un parteaguas. No solo por la magnitud del proceso —diputaciones locales, federales, alcaldías, sindicaturas, regidurías y la segunda fase de elección de jueces y magistrados del Poder Judicial estatal—, sino por lo que representa: una oportunidad inédita para reconfigurar el poder desde la legitimidad y la ciudadanía. El IEEM y el INE ya no tendrán el margen de comodidad que permite una elección rutinaria. Ahora, el reto será doble: logística sin errores y confianza sin simulación. ¿Están preparados para organizar un proceso que exige profundidad institucional, pedagogía cívica y blindaje contra la manipulación? El reloj corre. Y el riesgo no es solo técnico: es ético. Porque lo que está en juego no es un reparto de cargos, sino la calidad moral de quienes los ejercerán.

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