Funciona la estrategia, pero no es suficiente

Funciona la estrategia, pero no es suficiente
La tendencia ya no es al alza en homicidios y otros delitos que implican violencia, pero los números siguen siendo increíblemente altos

Para un gobierno siempre hay ocasión de cantar triunfos, aunque sean pírricos. Una cosa inherente al ejercicio del gobierno es la propaganda: decir lo que se ha hecho, lo que se ha conseguido, lo logrado. Desde luego, esa es una forma de indicar que, a juicio del gobierno, las cosas se hacen bien; pero, igualmente, es una manera de que nosotros notemos lo que falta por hacer.

Inseguridad, la agenda pendiente

Al iniciar el año dijimos en este mismo espacio que la gran agenda pendiente para la sociedad mexicana y mexiquense sigue siendo la inseguridad pública. La mayoría de indicadores sobre temas tan graves como homicidios, desapariciones o extorsiones siguen siendo muy altos. Y, sin embargo, ahora que hay disponibles nuevas mediciones sobre la materia es importante señalar algo: las tendencias permiten ser moderadamente optimistas.

En términos sociales, los cambios son muy lentos. En ninguna sociedad la realidad se transforma de un día a otro; siempre son los procesos históricos los que desembocan en una transformación. Mirar esos procesos, las tendencias, es lo que permite un juicio más objetivo. Las condiciones de inseguridad en las que estamos no son sino el resultado de un proceso de deterioro cuyo inicio es ubicable a finales del siglo pasado. Es, sobre todo, al iniciar la década de los noventa del siglo XX cuando notoriamente comenzaron a crecer los índices delictivos. Fueron, de a poco, apareciendo tendencias al alza en secuestros, ejecuciones, robo de vehículos, etc.

Los signos de alarma, sin embargo, no se encendieron de inmediato. Fue hasta finales de la década cuando las crónicas sobre la operación de cárteles del narcotráfico saltaron a las primeras planas de los diarios y a las discusiones públicas. Luego fueron los secuestros, las bandas de robo de vehículos y los asaltos callejeros. Ya para inicio del presente siglo la inseguridad era el gran tema. Infortunadamente, luego de un primer sexenio (el de Fox) en el que la política nacional para combatir ese problema fue absolutamente inconsistente, a partir del 2006, con la llegada de Felipe Calderón Hinojosa, se optó por la ruta bélica. Así es, la que hoy conocemos ya como “la guerra contra el narcotráfico” de dicho sexenio lo que hizo fue una apuesta por la fuerza, por los balazos, por el combate frontal y descarnado.

Durante dicho sexenio se dispararon todos los índices ya referidos tan solo los homicidios crecieron 192% y aparecieron formas de violencia no antes vistas: “levantones”, “cobro de piso”, “desapariciones”, “exhibición de cuerpos”, “descabezados” y un sin fin de aberraciones que no dejaron de crecer por más de una década. México se convirtió en una zona de guerra. Se comenzaron a contar por decenas de miles los homicidios y por centenares los secuestros. Ya llegamos hace poco a la cifra de 100 mil desaparecidos y podríamos, igualmente, nombrar casos especialmente alarmantes, como la violencia contra activistas del medio ambiente, periodistas o los feminicidios.

Abrazos no balazos

El actual gobierno federal llegó al poder proponiendo hacer algo distinto: no priorizar la confrontación directa y poner en marcha programas sociales para hacer frente a la desigualdad. Se trata de una apuesta inaceptable para muchos, dado el nivel de percepción de inseguridad ya alcanzado. Por eso la frase “abrazos y no balazos” es rechazada y hasta ridiculizada por algunos. Desde luego, la frase no significa que la policía o las fuerzas armadas salgan a la calle a dar abrazos, ellos tienen competencias legales y deben atenderlas. Más bien significa que el gobierno tiene una postura de paz y no de guerra. Significa tomar como base la reconciliación y no la confrontación.

¿Y ha dado resultados? El gobierno nos va a decir que sí, porque como ya dijimos al inicio todo gobierno encuentra ocasión para cantar triunfos. Sin embargo, los números nos pueden ayudar en este caso. Hace unas semanas se tuvieron las cifras definitivas de homicidios del año 2022 y confirman una tendencia a la baja. La horripilante cifra de 30 mil 968 homicidios, ocurridos durante el año que acaba de terminar, fue menor a los 33 mil 350 que hubo en 2021; y esta última cantidad fue menor a los 36 mil 773 del año 2020, misma que fue casi idéntica a la de 2019 (36 mil 476). ¿Qué indica esto? Que probablemente sí está dando resultados la idea de no confrontarse. ¿Eso está mejorando la seguridad de la población? No necesariamente.

La disminución en casi 6 mil homicidios anuales en el periodo 2019-2022 —ya como tendencia estadística— puede ser explicada tomando en cuenta que hay menos enfrentamientos entre delincuencia y autoridades, consecuentemente menos bajas; pero no basta con eso. Quizá también hay que agregar el componente de menos rijosidad entre grupos delictivos y, quizá también, menos violencia de los grupos delincuenciales para con la gente. Son dinámicas que es necesario ver por separado y toman características particulares por región.

Pero el punto es que, en términos de tendencia, la cantidad de homicidios —que es el delito cuyas cifras son más consistentes, pues en otros la cifra negra lo impide— no paró de crecer en casi cinco lustros sino hasta ahora. El pico más alto fue 2018 —en números absolutos, aunque en porcentaje de incremento fue antes, entre 2007 y 2010— y ahora los números hablan de una tendencia a la baja. Es decir, ya no está creciendo desde hace tres años.

Paralelamente, la semana pasada el INEGI reveló los resultados de su Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana y, entre varios de los indicadores, hay uno que llama la atención: la percepción de inseguridad en el país es la más baja desde que se tiene registro (2013). La cifra más alta fue en 2018, cuando 73.7% de la población encuestada declaró sentirse insegura en su ciudad. Hoy lo considera así el 64.2%. Es verdad, sigue siendo muy alto que 6 de cada 10 viva con temor, pero la tendencia igualmente es a la baja.

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Falta mucho

Con toda certeza estos números nos muestran que la paz y tranquilidad está muy, muy lejos. Es inconsebible que cada día haya más de 80 personas que pierdan la vida a manos de un semejante en algún lugar de país. No es, para nada, algo ante lo cual debamos permanecer impávidos. Al contrario. No obstante, si la tendencia que mostró este fenómeno de violencia social conservara el sentido y el ritmo que tenía hasta 2018, estaríamos ante escenarios de más de 115 homicidios al día en territorio nacional. Una barbarie absoluta.

¿Es posible mostrarse optimista ante esto? Sólo de manera moderada. La tendencia ya no es al alza en homicidios y otros delitos que implican violencia, pero los número siguen siendo increíblemente altos. La extorsión, las desapariciones, los feminicidios son lastimosamente el pan de cada día en amplias regiones del país. Nuestro estado, el más poblado de todos, tiene tasas muy elevadas.  Nos hemos acostumbrado a ello por el tiempo que hemos vivido así, pero no es algo natural o normal. Hay que seguirlo señalando aunque las cifras muestren una tendencia a la baja. Tratándose de la vida y de la convivencia nunca será suficiente.