Para los amantes del “film-noir”, esta novela resultará todo un derrotero: su estilo cinematográfico enmarca la clásica historia del “crimen perfecto”, un robo que no puede –pero que, invariablemente, lo hará– terminar mal. Mientras se leen sus páginas, uno se siente transportado a una cinta en blanco y negro, con música de jazz en el fondo (de hecho, el propio autor ha dicho que su libro es un homenaje al género negro). No en balde Olivia de Lamberterie afirma que es “una novela negra que dinamita el género y que se parece a sus personajes: nerviosos, contenidos, sin efectismos ni efusiones, al borde del derrape…”. Hasta aquí vamos bien.
No obstante, los editores del libro nos dicen que con “La absoluta perfección del crimen” su autor, Tanguy Viel, se consolidó como “la nueva gran estrella de la narrativa francesa”, que sería el precursor “de una nueva etapa de la narrativa europea”, y que la novela “es una de las radiografías más nítidas del espíritu de los tiempos que ha dado hasta ahora el joven siglo XXI”. Todo lo cual me parece una jalada de pelos: el relato está bien construido, es atrayente, el montaje del atraco recuerda, efectivamente, a lo mejor del género (hay en él un “sello definitivo de un talento evidente”, Jean-Claude Lebrun “dixit”), pero de ahí a llamar a este relato “una pieza magistral” hay un largo trecho.
Sí, es entretenida, con imágenes que resultan atrayentes y conmovedoras, con giros irónicos interesantes; pero obra maestra, jamás.