La Noche de Salazar: las voces quebradas 

Toluca, México; 18 de enero de 2018. La noche del 31 de agosto de 2017, Salazar dormía en un sueño del que pocos se sentirían gratos de poder contar. Esta comunidad se encuentra a unos 100 metros de la carretera México-Toluca. A la entrada, una manta sobrepuesta sobre un letrero oxidado cuelga gritando la tristeza […]

Toluca, México; 18 de enero de 2018. La noche del 31 de agosto de 2017, Salazar dormía en un sueño del que pocos se sentirían gratos de poder contar. Esta comunidad se encuentra a unos 100 metros de la carretera México-Toluca. A la entrada, una manta sobrepuesta sobre un letrero oxidado cuelga gritando la tristeza y la rabia de los habitantes a quienes aquella madrugada les habrían de robar el sueño y la libertad. “Liberación de los detenidos de Salazar, Lerma. No son delincuentes… son defensores de la Tierra”.

Corren las 14:30. Es un jueves soleado, una de las lagunas que se encuentra en la entrada del pueblo sirve de fondo para una rueda de prensa improvisada que los familiares de los ocho detenidos han convocado para contar su versión de aquella madrugada en que policías entraron a robarse a sus hijos, madres, esposas, hermanos.

La mesa es presidida por Ivette Becerril, Rosalba Sánchez, Soledad Zarza, Nancy Gutiérrez, Fabiola Vilchis, y Brandon Ceballos, familiares de los detenidos aquella noche. Nos dan la bienvenida a su pueblo bajo el sol recalcitrante que no puede quebrarlos todavía. Salazar es pueblo de agricultores, gente trabajadora que tiene en su posesión las tierras gracias a un título virreinal que en 1545 se le entregó a la gente de Salazar.

Como una suerte de vaticinio, una fuente en medio de la laguna llora apuntando al cielo mientras Ivette comienza a contar con voz calma que aquella madrugada se llevaron a sus sobrinas Daneyra y Maribel.

– ¡Saquen a ese hijo de la chingada que están escondiendo! ¡Ya se lo cargó al hijoesú!- gritó a la casa del hermano de Ivette un hombre armado y vestido de negro. El hermano de Ivett y su esposa salieron presurosos, pensando que los estaban asaltando. Ya en el suelo, la pareja fue increpada a punta de groserías. Daneyra salió horrorizada gritando que querían matarlos.

– ¡Un 21, ya la tengo, llévensela!-  dijo alguien que gritaba a sus cómplices, después de saber el nombre de Daneyra.

En ese momento la voz de Ivette se quiebra, las lágrimas corren, se contagian a sus compañeros de la mesa, de lucha.

Maribel, la hermana de Daneyra, con un instinto salvaje, salió a defender a su hermana, luchó, gritó, pero nada pudo hacer cuando los hombres supieron sus nombre y se las llevaron.

 

Voz quebrada, más quebrada

 

El día que se lo iban a llevar, Fermín Esquivel Rojas abrazaba a una de sus hijas cuando 30 personas de negro rompieron la puerta de su casa, se la arrebataron y lo golpearon, lo insultaron. Ni tiempo le dieron de vestirse. Rosalba Sánchez, su esposa y quien narra la segunda historia, salió para intentar detener el secuestro de su esposo. Le apuntaron a la cabeza, a todos les apuntaron como si de animales se tratara, como si su vida no tuviera ningún valor. 

No tenían órdenes de aprehensión. Rosalba pedía ver los papeles pero la empujaron. Los niños veían todo, escucharon, y uno de los hombres dijo: “esto viene de muy arriba, traemos órdenes de muy arriba para dispararle a quien sea”.

Los vecinos intentaron ayudar a Rosalba y su familia. Les apuntaron, todo el que saliese a ayudar, ya llevaba un tiro al blanco en la frente.

Soledad está casada con Miguel Ángel Vilchis, tiene un hijo que lleva el nombre de su padre. Los dos están encerrados en penal de Santiaguito, en Almoloya. Los simios no tocaron la puerta el día que se lo llevaron, no conocían el comercio de la palabra, bramaban groserías, sólo groserías. Los sacaron encuerados, al hijo le aventaron un pantalón y lo carrerearon a punta de golpes. Los Ángeles están tras las rejas por defender sus tierras.

Nancy es esposa de Miguel Ángel, su suegra Soledad ya no puede hablar, las lágrimas la están ahogando mientras el sol las evapora como a ellos los levantaron al instante. Nancy estaba paralizada por el miedo cuando se llevaron a su esposo. La insultaron y la golpearon en la cabeza. Entró en shock y no pudo hacer nada para defenderlo.

Hijos, tías, hermanas, esposas, todos sentados en la mesa ataviados con sarapes y sombrero de palma resisten el sol, no lo ven, no los calienta, quieren justicia. Al final de sus historias piden hablar, quieren ver a un gobernador que está muy lejos. El diálogo que los vestidos de negro no les dieron, lo exigen al unísono.

La brutalidad de las historias contagia a los perros que ladran y pelean mientras las familias hablan. El sol está en su apogeo. Para darles un respiro, la abogada Esther contextualiza. Otros medios colocaron en las portadas de sus páginas las 8 fotografías de los detenidos que el gobierno emitió con un letrero imputándoles delitos por robo y secuestro que no cometieron. “SI LOS RECONOCE, DENÚNCIELOS”.

Entonces la abogada describió el móvil de los arrestos: por tierra, por dinero, siempre ha sido por eso.

San Mateo Atarasquillo vendió terrenos de Salazar a Carlos Slim y Azcárraga, los titiriteros del gobierno que quieren su tierra, su agua, su vida. El cinismo viene ahora: San Mateo le exige a Salazar les devuelvan las tierras que ellos mismos vendieron. Al final Salazar recuperó sus tierras y el Tribunal Agrario dictó sentencia el 16 de agosto del 2017, y ya no procedió la restitución absurda a Atarasquillo. 

La abogada narra la invasión de las máquinas empresariales acompañadas del brazo de acero del gobierno. Policías brutales dispararon contra un pueblo que salió a defender sus tierras aún después de que se las devolvieron. 

El pueblo se defendió y los detuvieron, detuvieron a los simios ese agosto de 2017, les quitaron las armas y los entregaron a la Federal, como si la Federal fuera luz que un desahuciado mira al final del camino. La Federal fotografió e indagó a quienes entregaban a los policías. Los pobladores armaron el guión de esta comedia dirigida por el Estado.

Los acusan de robo con violencia de un bendito y endemoniado celular, que no figura ni en factura ni en el juicio penal. De lesiones también están acusados, pero el certificado médico de los policías brutales no describe ninguna lesión.

Cinco meses de desesperación en los que los de Salazar llevan conociendo el lado oscuro del Estado, porque mientras ellos están encarcelados, el gobierno sigue enviando hombres para despojar a un pueblo que no tiene héroes ni defensores, que prácticamente está solo en el mar de injusticias que llueven en México.