La quinta columna

La quinta columna
Llamó la atención que en el Estado de México se diera a conocer con bombo y platillo el nombramiento de cuatro secretarias de gabinete

¿Volvieron las Juanitas?

En el pasado reciente en México nos tocó ser testigos de una deleznable práctica: los partidos políticos, en un afán de burlar la ley, postulaban a mujeres a cargos de elección popular para cubrir cuotas de género, pero con la característica singular de que sus suplentes eran hombres; una vez ganada la elección, renunciaban a sus curules y automáticamente los hombres —algunos de ellos vinculados a Televisa— protestaban “cumplir y hacer cumplir la Ley”. A ese fenómeno y a quienes se prestaban a ello se les llamó “las Juanitas de San Lázaro”.

Muchos legisladores y hombres de gobierno callaron y vieron el asunto como intrascendente, incluso para algunos columnistas no fue un asunto que mereciera ni el más mínimo análisis, mucho menos reflexión, pero hubo algunos otros medios de comunicación, como La Jornada, consignaron en su momento, que “las Juanitas se convirtieron en el mil usos que por unas cuantas monedas te guarda el lugar en la cola”.

Se puede afirmar que “las Juanitas de San Lázaro” y sus partidos políticos pretendieron burlarse olímpicamente de las cuotas que la ley establecía, pero además traicionaron a su género, menospreciaron años de lucha, de legítimas arengas y marchas reivindicatorias, de desaparecidas, de asesinadas.

Mención aparte merece el menosprecio a los votantes, al caño los compromisos de campaña, los eventos, los discursos, las esperanzas, las promesas de que, ahora sí, las cosas van a cambiar, las manos estrechadas, las fotos, todo.

Cuando un representante de elección popular renuncia de la noche a la mañana para ocupar otro cargo, no solo es un verdadero chapulín: es una persona que deja a la mitad del camino, a su suerte, a los que prometió representar por qué él se comprometió, no su suplente. Si se trataba solo de objetivos personales, mejor no hubiera contendido.

La lucha feminista reclama la equidad de oportunidades, que se tenga igual posibilidad de crecer, igualdad salarial y desarrollarse en las mismas condiciones; no por la gracia de un hombre de gobierno, no por cumplir cuotas de género, no por prestarse para aparentar inclusión y enmascarar desprecio, no para mantener el poder público de un partido político a cualquier costo.

En este marco llamó la atención que en el Estado de México —por cierto, de los primeros lugares en feminicidios a nivel nacional— se diera a conocer con bombo y platillo el nombramiento de cuatro secretarias de gabinete, algunas de ellas recientemente elegidas legisladoras o líderes de partido, que abandonarán su curul para seguir su carrera personal —seguramente se dirá con el noble fin de seguir luchando por los mexiquenses.

Lo casual es que los nombramientos se dan un día después de que Alejandro Moreno, líder nacional del PRI, visitó la entidad. En su discurso él dijo que ese partido irá en el 2023 en alianza con el PAN y PRD para la elección de gobernador respetando la paridad de género.

La suspicacia surge: si el compromiso es con las mujeres, uno se pregunta: ¿por qué no se ha desterrado el feminicidio del Estado de México?, ¿por qué no han cesado los desapariciones?, ¿por qué no se nombró un gabinete paritario desde el inicio del sexenio?, ¿por qué no se da la tarjeta rosa a todas las mujeres sin distingo?, ¿cuáles son los méritos y la experiencia comprobada de las mujeres nombradas en los cargos que van a ocupar?, ¿por qué las legisladoras deben chapulinear?, ¿de verdad no hay mujeres preparadas en el Estado de México más que las priístas?, ¿y el servicio civil de carrera?, ¿es una burla y menosprecio a la sociedad y a las mujeres? Y la más preocupante, bajo otra modalidad, ¿volvieron las Juanitas?