La suerte y la familia: únicos recursos de una desaparecida

A Elizabeth no la rescataron, ella pidió ayuda.

El rostro de Elizabeth está pálido, tiene los labios lastimados, se mueve lento y ladea su cabeza; se esfuerza por hablar y dice que no entiende porqué la atacaron, por qué le hicieron lo que le hicieron, no entiende por qué a ella… y aunque ante la cámara no especifica exactamente lo que le pasó, muestra sus muñecas y tobillos lastimados; es un hecho que estuvo atada y fue violentada.

Aunque no en las mejores condiciones, Elizabeth está viva, pero no gracias al trabajo de la Fiscalía, el 23 de diciembre, luego de salir de su trabajo, Elizabeth no llegó a su casa; sus familiares la buscaron; de alguna manera siempre son los familiares de las víctimas quienes se dan a la tarea de hacer investigaciones y preguntas, de buscar indicios que lleven al paradero de su ser querido.

La familia de Elizabeth comenzó a pegar alertas, algunos revisaron cámaras y acopiaron información, la cual no fue recibida por la Fiscalía porque no provenía de las cámaras de los centros de comando y control, eso le dijeron a su esposo.

La alerta por su desaparición comenzó a circular en las redes sociales el lunes 23 de diciembre, acompañada de algunos irresponsables y desafortunados comentarios que, lo mismo que en la Fiscalía, decían que ella se había ido con su novio o que se había ido de fiesta, comentarios que cuando ella apareció y dio su declaración también los hicieron las autoridades, quienes le pedían que dijera a dónde había ido.

Elizabeth pudo pedir ayuda por su propio pie: la abandonaron en algún lugar alejado, no sabe bien cuál, y caminó por más de hora y media hasta encontrar una casa, donde llamaron al 911; la policía municipal llegó al lugar y le pidieron que diera un número telefónico para comprobar que era ella, aún cuando una alerta de desaparición, en teoría, debe ser notificada a nivel nacional.

En este caso, como en muchos otros, los protocolos de búsqueda no funcionaron, tampoco los de atención ni los protocolos médicos, que le ofrecieron atención fuera de tiempo.

La familia de Elizabeth decide hablar porque está impotente ante la situación, porque sabe que el asunto no termina aquí y porque están conscientes de que esto no sólo lo viven ellos; presentaron también una denuncia ante derechos humanos para que la Fiscalía continúe la investigación y haga su trabajo, ahora que ella ha aparecido falta dar con el responsable, agotar la información que la familia recabó.

Elizabeth y su familia también se han visto afectados por los mensajes que, de manera desinformada –en redes– revictimizan a las mujeres y provocan una naturalización de la violencia, actitudes que cuestionan conductas femeninas en lugar de debatir la poca eficacia de las autoridades o los comportamientos criminales de quienes perpetran los abusos, los asesinatos o los feminicidios.

El esposo y padre de Elizabeth cargan con impotencia y rabia; están en una posición en desventaja ante un gran aparato judicial que no escucha ni es sensible a lo humano, que revictimiza y, encima, cae en negligencias, maltratos y corrupción; acudieron a la Comisión de Derechos Humanos del Estado de México para levantar una demanda que ayude a que la fiscalía cumpla con su deber.

El padre de Eli hace un llamado al presidente Andrés Manuel López Obrador para que ponga atención: votamos por él, dice, por un cambio, pero hasta el momento no vemos un cambio, sino un aumento del índice delictivo”; dice que no se callará porque quiere ese cambio; el llamado lo hace extensivo al gobernador del Estado de México, Alfredo del Mazo, antes de que quiera ser presidente le pide que cumpla con su trabajo, y a la alcaldesa de Ocoyoacac, a quien le pide no inflar los beneficios a las comunidades que son mentira.

Elizabeth dice que está cansada, que siente culpa de no haber esperado un poco, de haberse subido a ese taxi; quiere que esto termine y dice que no lo olvidará. Para ella la vida ha cambiado, aunque el personal de la Fiscalía insista en tratarla como una más de las 16 mil 946 mujeres que han sido reportadas como desaparecidas desde 2008, según el diagnóstico “Mujeres desaparecidas en el Estado de México”, Elizabeth no es una cifra, siente, igual que su familia, impotencia rabia y miedo.