La Teoría del Caos

  ¿Qué esperar de la jornada electoral?   Una elección con siete candidatos es reflejo de la pulverización que tendrá el voto, así como de la tendencia de una izquierda destinada a perder (por el ego y el caudillismo de sus líderes) y una oposición que no encuentra fórmulas para atraer al electorado. Las obsesiones […]

 

¿Qué esperar de la jornada electoral?

 

Una elección con siete candidatos es reflejo de la pulverización que tendrá el voto, así como de la tendencia de una izquierda destinada a perder (por el ego y el caudillismo de sus líderes) y una oposición que no encuentra fórmulas para atraer al electorado. Las obsesiones personales y los delirios de estos líderes eliminaron a la izquierda como opción.

La historia electoral de hace seis años tuvo un sabor especial. La rebelión de quien es el actual mandatario lo llevó a obtener poco más de tres millones de votos –de acuerdo con el cómputo final, que incluyó las resoluciones del Tribunal Electoral del Estado de México–, un superávit considerable si se compara con la victoria de su predecesor (y ahora mandatario federal), quien con un millón 801 mil 530 votos ganó la elección de 2005.

Antes de eso, en 1993, el PRI ganó la renovación de la gubernatura con un millón 949 mil 356 votos, lo que significó el triunfo más aplastante en las elecciones locales.

En esa ocasión –y desde 1999– el Partido Acción Nacional y el Partido de la Revolución Democrática perdieron sus bastiones históricos: Tlalnepantla y Nezahualcóyotl, respectivamente.

Los analistas destacaron que, por cada 11 votos que obtuvo Eruviel Ávila, una persona votó por Luis Felipe Bravo Mena y tres por Alejandro Encinas.

No obstante, la abstención fue la ganadora, ya que participaron en la jornada electoral cuatro millones 871 mil 295 ciudadanos, que representaron 46.15% de la participación ciudadana.

Vale la pena revisar las tendencias históricas, que no son lo mismo que las encuestas. Las tendencias estadísticas se basan en los datos del pasado y permiten hacer proyecciones, pero sólo eso, sin apasionamientos. Lo que se revela en esta colaboración no va a gustar a muchos de los lectores, pero la estadística se basa en hechos y no en suposiciones ni en especulaciones:

1. En el proceso electoral de 1993 participaron nueve partidos; la supremacía electoral de uno de ellos se reflejó en la distancia que obtuvo respecto a sus principales contrincantes. El PRI obtuvo la victoria casi tres a uno respecto al PAN y cerca de diez a uno respecto al PRD.

2. En la elección de 1999, participaron dos coaliciones y un partido. Excepto esta elección, en los últimos cuatro procesos electorales para elegir gobernador la tendencia de votación se había mantenido a la alza para el Partido Revolucionario Institucional (aunque también se registró una alza en la coalición PAN-PVEM y en la del PRD con el PT; ésta se perfiló como la mejor elección para ambos, pues fueron coaligados con otros institutos políticos). Hacemos referencia a un contexto particular: el arranque anticipado de Vicente Fox a la presidencia de la república, que lo llevó a ganar la elección federal del año 2000.

3. La elección de 2005 supuso un repunte para el PRI, que se coaligó con el Partido Verde Ecologista de México –con quien ha mantenido una productiva alianza–; en esta jornada electoral, prácticamente obtuvo dos votos a uno respecto a sus competidores: el PAN, coaligado con Convergencia –partido ya extinto–, y el PRD, coaligado con el PT.

4. La elección de 2011 fue un hito en la historia electoral y en la renovación de la gubernatura. El PRI, coaligado con el PVEM y Nueva Alianza –con quien hace mancuerna de nuevo, y no se culpa a ninguno por hacer uso del pragmatismo electoral– obtuvo tres millones 18 mil 588 votos. El PRD, coaligado con quien hasta esa elección fue su satélite –el PT–, obtuvo un millón 20 mil 857 votos, y el PAN, en solitario, apenas alcanzó 598 mil 45 sufragios.

Con siete candidatos en la disputa electoral, las tendencias no parecen cambiar. La presencia de Morena en el escenario mexiquense no inquieta. Apenas y le alcanzará para pulverizar la votación de sus rémoras: PRD y PT. Los tres se harán mucho daño y, de manera colateral, perjudicarán a la solitaria, desconocida e ignorada candidata panista.

Después de Fox y Calderón, el PAN ha registrado una tendencia a la baja, y su candidata –bisoña en la materia electoral, ignorante de la realidad estatal y con las credenciales de haber perdido la elección presidencial y haber recibido recursos para una fundación de la que se dice es “presidenta honoraria”– no estimo ni proyecto que tenga una tendencia a la alza.

Otro pequeño daño (pero daño al fin) lo aportarán los dos contendientes que de forma independiente se lanzaron a desafiar al sistema. No queda clara la aspiración de Isidro Pastor, que ya tiene en su haber el fingimiento de irse a la oposición para hacerle daño; mi creencia –sólo eso– es que está cumpliendo el mismo papel. De Teresa Castell no puedo decir mucho: todo apunta a que es una figura de relleno que contribuirá a la fragmentación del voto y nada más.

¿Qué esperar de la jornada electoral? Mi apuesta es simple: una tendencia similar. Pero eso también es subjetivo y raya en el terreno de la especulación. Sólo pongo los hechos para el análisis y el comentario, aunque no gusten.

Nos leemos en otra semana caótica.

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