Los equipos de los dos bandos que se perfilan a ser contendientes por la gubernatura del Estado de México han presentado más de 33 denuncias ante el INE y el IEEM, por acciones que pueden ser catalogadas como presuntas trampas a la ley.
Los hechos notorios, a su juicio, han sido ventilados y evidenciados en redes sociales, medios de comunicación, así como conferencias de prensa, mostrando videos y documentos que desnudan las prácticas burdas del pasado, más presente que nunca.
Destaca la participación indebida de servidores públicos, lo mismo facilitando el acarreo de niños a mítines, que generando guerra sucia, vía boletines de prensa, utilizando papel membretado y por ende recursos del pueblo.
Y las autoridades electorales mudas…
El efecto de ello –y eso que apenas pasamos las precampañas y entramos en el periodo de inter campañas– puede presentarse en dos escenarios: uno, lamentable; el otro, esperanzador.
Uno
En lenguaje no sexista, la vigencia de la fórmula: campañas tramposas = servicio público corrupto = gobierno ineficaz.
Si acaso, multarán a los partidos, quienes impugnarán la multa, apelarán y si el caso se diera de que de todos modos persistiera la multa; mientras ya habrán pasado las elecciones.
Las multas no cambian el pasado, pero las trampas sí nos dejan ver el futuro, un futuro de corrupción y viejas prácticas, porque si así son en las precampañas e intercampañas, ¿cómo serán en las campañas? Y aún peor, ¿cómo serían si llegan al gobierno?
Entonces, esperemos que el árbitro electoral saque a tiempo la tarjeta roja y no por tibios se queden en la amarilla, o nos condenarán a un sexenio con el mal sabor de boca del: “no era penal”.
Dos
El que los políticos logren desalentar el voto, pensar que no se vota porque no importa es pensar al revés; la gente no vota porque sabe que ellos son la última preocupación de los partidos.
El caballo negro es la ciudadanía, el que despierte a la gente, marcará la diferencia y saldrá del esquema de la típica lucha de bases de partido.
La condena a la desigualdad se favorece por la insensibilidad del presente, y por permitir que el ego le gane a la ética, el despertar ciudadano es la esperanza.
Una revolución de las conciencias; silenciosa, pero actuante, eso sería el principio de un cambio verdadero, pero que quede claro, tardará décadas; sin embargo, una vez probada la libertad organizada, nadie podrá volver a arrebatarla.
Se debe dar la batalla por las conciencias en la calle, en las mesas, en las reuniones familiares, en los medios, promover el sufragio consciente; ganar, primero, voluntad por voluntad, luego el voto por voto.
Como dijo el poeta insurgente: de uno en uno en dos.