“Rock en tu idioma sinfónico”,  nostálgico cocktel sonoro sobre lánguida noche toluqueña

No hay nada nuevo bajo el sol, tan sólo vivir glorias pasadas como premisa de pasar, el resto de tus días de rockero mexicano, lo mejor posible. Adiós a la fama fusionada con éxito y gloria, ahora sólo queda la fama y lánguidas noches de luna llena con dejo de solitaria nostalgia. ¡Ellos, los rockeros […]

No hay nada nuevo bajo el sol, tan sólo vivir glorias pasadas como premisa de pasar, el resto de tus días de rockero mexicano, lo mejor posible. Adiós a la fama fusionada con éxito y gloria, ahora sólo queda la fama y lánguidas noches de luna llena con dejo de solitaria nostalgia. ¡Ellos, los rockeros mexicanos, lo saben muy bien! 

Todos ellos, los antiguos héroes del concepto mercantil discográfico de los años 90 del siglo XX, que aún logran subir a cuanto escenario se les permita, bajo el sello publicitario del “Rock en tu idioma sinfónico. Vol. 2”, se entregan con toda la energía que les queda ante un público, en igualdad de condiciones.

Poco a poco, los habitantes del altiplano mexiquense, de la capital del Estado de México, del Valle de Toluca, van llegando a la cita con el bajista de la considerada mejor banda del rock mexicano, Caifanes, el canoso bonachón Sabo Romo, la velada del miércoles 21 de febrero, en el recién remodelado Teatro Morelos. Van a escuchar y cantar hasta la afonía rolas de Caifanes, Neón, Maldita Vecindad, Fobia, Ritmo Peligroso, Cecilia Toussaint, Rostros Ocultos, Alaska y Dinarama, Miguel Mateos, La Orquesta Mondragón, Azul Violeta, Bon y Los Enemigos del Silencio y Los Amantes de Lola, entre otros.

No hay algarabía, no hay expectativas, no hay venta masiva de souvenirs, no hay muchos revendedores, no hay futuro; lo que hay es mucha incertidumbre, mucho frío, mucha desolación, mucho desencanto y mucha nostalgia por aquellos tiempos, en los que ser parte del rock mexicano, del Rock en tu idioma, era bluf, parafernalia escénica, glamour, distinción social por la actitud-aptitud propios de la época. Todo eso se fue con el tiempo. Todo formó parte de la canasta básica del mexicano promedio y se estandarizó, se hizo común.

Empezaron la velada con “Mátenme porque me muero” de Caifanes con Sabo Romo en la voz. Ya sabemos que lo suyo no es cantar, pero es el dueño y patrón del comando sonoro. La segunda rola de la noche fue “Corazón de cemento” de La Orquesta Mondragón, con Azul Violeta, quienes dejaron mucho que desear, porque los que crecimos oyéndola, en disco y en vivo, con Javier Gurruchaga, era la “hostia”. Luego llegó “Sólo por hoy” de Azul Violeta y ahí sí, el cantante hizo la tarea. 

En su intervención verbal, Sabo Romo habló de su historia en el extinto foro de conciertos Rockotitlán, donde prácticamente se fecundó el movimiento musical de finales de los años 80 y gran  parte de la década de los años 90 de la centuria pasada. Luego, el chaparrito guitarrista de Los Amantes de Lola, Gasú, cantó “Voy a buscar” de Bon y Los Enemigos del Silencios, en ese momento, la raza toluqueña se empezó apropiar del recinto de la capital mexiquense. Poco a poco se iban levantando, como entes de la tercera edad, de sus asientos para moverse en sus asientos y luego en los pasillos del recinto toluqueño.

Lo mejor de la noche, para muchos, fue escuchar a una de las bandas nodales y primigenias de este movimiento generacional en materia rockera nacional, Neón, quienes cantaron “Es tan difícil romper un corazón” de Miguel Mateos y su famoso éxito “Juegos de amor”, con la cual ya tenían ganada la noche. Las participaciones fueron “in crescendo” con María Barracuda, quien cantó “Bolero Falaz” de Los Aterciopelados y “Ni tú ni nadie” de Alaska y Dinarama; Cecilia Toussaint interpretó “Carretera” y “Kumbala” de Maldita Vecindad y Los Hijos del Quinto Patio; Paco Familiar cantó “El Diablo” de Fobia; La Lupita, con su cantante Héctor Quijada y su guitarrista Lino Nava, hicieron lo propio con “El son del dolor” de Cuca y “Paquita disco”, uno de sus éxitos.

El aún conservado Piro Pendas de Ritmo Peligroso, se echó su “Marielito”, “Alármala de tos” de Botellita de Jerez y “Lobo hombre en París” de La Unión. Así, una a una, las rolas caían sobre el respetable que llenó tres cuartas partes el Teatro Morelos, hasta dejarlos contentos, porque sus héroes rockeros habían cumplido en una lánguida noche toluqueña, donde prevaleció la tranquilidad, la nostalgia y la certeza de un dudoso futuro en esta Cuarta Transformación.

 

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