Lo que está muriendo con los feminicidios  

La violencia feminicida ha alcanzado niveles alarmantes en el país. En el Estado de México ostentamos un vergonzoso primer lugar en casos registrados. ¿Qué está pasando? No hay una sola respuesta. ¿Cómo terminar con esto? Tampoco hay una fórmula inmediata y efectiva. Hace ya casi cuatro años que en nuestra entidad se decretó la Alerta […]

La violencia feminicida ha alcanzado niveles alarmantes en el país. En el Estado de México ostentamos un vergonzoso primer lugar en casos registrados. ¿Qué está pasando? No hay una sola respuesta. ¿Cómo terminar con esto? Tampoco hay una fórmula inmediata y efectiva. Hace ya casi cuatro años que en nuestra entidad se decretó la Alerta de Género en 11 municipios (julio de 2015). Entonces escribimos a ese respecto porque se trataba de la primera declaratoria de Alerta de Género en todo el país y en ella se identificó como demarcaciones con un problema serio de violencia feminicida a Ecatepec, Nezahualcóyotl, Tlalnepantla, Toluca, Chalco, Chimalhuacán, Naucalpan, Tultitlán, Ixtapaluca, Valle de Chalco y Cuautitlán Izcalli. Ya pasaron tres años y medio y el fenómeno no sólo no se ha controlado, sino que parece haberse agravado.

Transcurrido el tiempo, en nuestra entidad la violencia homicida contra las mujeres no disminuyó; al contrario, se han venido incrementando los casos de desapariciones de mujeres, lo cual llevó a que varias organizaciones de la sociedad civil ocupadas del tema solicitaran una nueva declaratoria de violencia de género en el Estado de México por la desaparición de mujeres, específicamente en 7 municipios: Ecatepec, Nezahualcóyotl, Toluca, Chimalhuacán,  Ixtapaluca, Valle de Chalco y Cuautitlán.

La propia Comisión Estatal de Derechos Humanos emitió una Recomendación General hacia finales del año pasado por la situación de violencia de género imperante en la entidad, donde básicamente recomendaba llevar a cabo una investigación transdisciplinaria para identificar desde una visión multifactorial a los sectores más vulnerables de la violencia contra la mujer para, con base en sus resultados, implementar acciones preventivas, punitivas y para la erradicación de la violencia contra la mujer.

El pasado jueves tuvo lugar la primera reunión interinstitucional de 2019 para dar seguimiento a la atención a la Alerta de Violencia de Género contra las Mujeres que opera en 11 municipios del Estado de México y ahí el secretario de Justicia y Derechos Humanos del Gobierno del Estado, Rodrigo Espeñeta Aladro, afirmó: “Si sigue habiendo víctimas de violencia es por una razón en específico, es que los hombres siguen siendo violentos, entonces tenemos que trabajar también en ese flanco, trabajar con los hombres para que dejen de ser violentos, y eso tiene que ver también con generar nuevas masculinidades.”

No estoy seguro de que el problema sea así de simple. Pienso más bien que es necesario reflexionar acerca de qué a lo que se da muerte en un feminicidio. Porque el término, que emergió en el ámbito de las letras para distinguir el homicidio de una mujer respecto del de un hombe, luego fue retomado por escritoras feministas para investirlo de un sentido político que permite manejarlo como un concepto, no sólo como un término.

El sentido político tiene que ver con las relaciones de poder existentes en una sociedad y que encuentran expresiones extremas en la violencia. No olvidemos que recurrir a la violencia es el recurso extremo de quien pretende ejercer poder pero se queda sin herramientas para conseguirlo. Entonces, creo que es válida la pregunta ¿qué está muriendo cuando se atenta contra la vida de las mujeres como está ocurriendo actualmente en nuestra sociedad? Creo que con cada uno d elos casos se atenta contra un tipo histórico de mujer, el que hoy tenemos, el que ha ganado espacios en el ámbito académico, laboral, gubernamental, social, comunicacional, lúdico y otros.

En la época en la que vivimos la mujer (en lo general) es muy distinta a aquella que hubo en otros tiempos; y cuando cotidianamente se asesina a mujeres (en lo particular) se está expresando una acción contra esta forma histórica de ser mujer que hoy se tiene. No es que los autores materiales lo hagan de manera consciente y deliberada, expresando una posición política respecto a esta forma histórica del género femenino. Pero quien no hace nada por impedirlo (empezando por las autoridades y terminando con los ciudadanos) sí está obrando políticamente: está consiguiendo que las mujeres tengan miendo de serlo plenamente; sientan temor de salir a la escuela, al trabajo, a divertirse, a practicar algún deporte, a convivir con sus amigos, etc. No generar condiciones para que ellas puedan desarollarse en esos ámbitos y llegar a ser la mujer que quieren ser es matar este tipo histórico de mujer.

La indiferencia, la indolencia, la omisión, la negligencia, el silencio son todas formas cómplices de ese homicidio a gran escala que ocurre cada que se presenta un caso de atentado contra la vida de una mujer. Hay tal cantidad de problemas en el sistema de procuración e impartición de justicia para atender estos casos que la mayoría quedan en la impunidad. Igualmente, hay tal vacio de información sistemática y confliable que la cifra negra es enorme. Lo mismo se puede decir de la ausencia de estudios serios y de gran envergadura sobre el conjunto de causas que terminan en violencia feminicidad. Entonces, todos estamos siendo cómplices de este gran asesinato del tipo histórico de mujer. Esa es la dimensión política del feminicidio. Si nadie encabeza y coordina los esfuerzos para impedirlo, me temo que sólo seguiremos contando víctimas.