Memes y otras pestes

Desde que Chicharito decidió desertar del balón para abrazar el mandamiento influencer del “ser” por encima del “pensar”, todo mexicano con una cámara frontal y dos neuronas en selfie ha querido pontificar sobre la felicidad
julio 30, 2025

El meme de alcalde

Desde que Chicharito decidió desertar del balón para abrazar el mandamiento influencer del “ser” por encima del “pensar”, todo mexicano con una cámara frontal y dos neuronas en selfie ha querido pontificar sobre la felicidad, como si fuera una hamburguesa doble con extra de coaching. El caso más penoso —y por eso mismo digno de archivo político— es el del presidente municipal de Metepec, Fernando Flores, quien ha soltado en sus redes sociales la perla ontológica de que “no importa ser rico o pobre, lo importante es ser feliz”. ¿Cómo no estremecerse ante tal sabiduría de refrigerador? El mismo personaje que se mofó de quienes no pueden viajar, que permitió a su comunicador burlarse del pueblo, y que presume privilegios como si fueran un mandato moral, ahora quiere dictar cátedra emocional a una ciudadanía que apenas sobrevive al costo de la tortilla. No es solo ignorancia: es insolencia clasista. No es solo frivolidad: es desprecio adornado de espiritualidad barata. Fernando Flores ya no es un político, es un meme en funciones, un episodio de autoayuda neoliberal con presupuesto municipal. Pero no hay nada gracioso en que una autoridad democrática repita como loro frases vacías mientras su municipio se fragmenta. La pobreza no es un estado de ánimo, señor presidente: es una estructura. Y usted, con su risa filtrada, es parte de ella.

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El hospital del contrato eterno

Mientras el gobierno de la República ha iniciado el desmantelamiento de los contratos leoninos firmados bajo el disfraz de “asociaciones público-privadas”, en el Estado de México aún se rinde culto financiero a uno de los ídolos del saqueo técnico: el Hospital de Alta Especialidad de Zumpango, joya del proyecto PPS que, más que salvar vidas, eterniza pagos. No es un centro médico: es una renta disfrazada de infraestructura. Cada año, el erario estatal destina casi 300 millones de pesos para cumplir un contrato que solo beneficia a uno: Juan Armando Hinojosa, constructor predilecto de Enrique Peña Nieto y artífice de esa geometría política donde el dinero público gira siempre hacia los mismos bolsillos. En este contexto, sostener el contrato hasta 2034 —o más— no solo es económicamente insostenible: es un escándalo moral y político. La continuidad de este pago perpetuo convierte al Estado en rehén de su propio pasado. Que los tres poderes del Edomex miren hacia otro lado, que nadie cuestione, que ningún legislador demande una auditoría exhaustiva o una renegociación inmediata, es más que negligencia: es complicidad disfrazada de formalismo. Un hospital no puede seguir siendo el símbolo de una deuda que enferma al presupuesto mientras privatiza silenciosamente el derecho a la salud.

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El cartucho quemado

Que el nombre de Fermín Carreño ronde las conversaciones de la alta burocracia universitaria como posible integrante del nuevo gabinete no solo resulta grotesco: es un insulto a la inteligencia institucional. Conocido por su historial de conflictos, su oportunismo contumaz y su nulo prestigio académico, Carreño no representa más que el reciclaje de lo indeseable. Fue removido por ineptitud, desacreditado por sus pares y expulsado simbólicamente de la escena universitaria hace años. Convertirlo hoy en funcionario sería premiar el escándalo, legitimar la mediocridad y confirmar que el cambio fue solo eslogan. Su eventual nombramiento cargaría de descrédito a cualquier administración que aspire a gobernar con ética. Ni academia, ni gestión, ni legitimidad: solo ruido y rencor envueltos en un cartucho quemado.

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Izcalli rompe la inercia

Cuautitlán Izcalli fue el único municipio mexiquense que logró reducir la percepción de inseguridad, según la más reciente encuesta del INEGI. No es un logro espectacular, pero sí significativo en un contexto donde casi todos los demás municipios empeoran. El mérito es político: Daniel Serrano recibió una administración panista quebrada y hundida en corrupción. Hoy, sin alardes ni escándalos, hay un indicio de recuperación. La izquierda demuestra que puede gobernar con orden, sin pactar con la podredumbre. No se trata de presumir, sino de contrastar: frente a la simulación de muchos, Izcalli ofrece un pequeño pero claro signo de cambio.

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El silencio más cómodo

Sería fascinante —por no decir milagroso— escuchar al senador Enrique Vargas levantar la voz contra el genocidio en Gaza. Un hombre tan locuaz, que no desperdicia oportunidad para opinar sobre el clima, los caballos, el Super Bowl o su rutina matutina de gimnasio, ha preferido el silencio sepulcral frente a una tragedia humana que estremece al mundo. Tal vez crea que a sus electores del Estado de México les importa más su peinado que la muerte de miles de niños palestinos. O quizá calcule, con esa astucia de influencer de rancho, que no es rentable hablar de derechos humanos cuando se puede subir una selfie en el sauna. Pero su omisión no es solo frivolidad: es complicidad pasiva, es estrategia de mercadeo emocional, es la muestra perfecta de un político que reduce su papel a entretenimiento electoral. Vargas nunca ha entendido que ser senador no es tener likes, sino asumir una posición ética. Y cuando el mundo arde, su silencio brilla… como un caballo en exposición.

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