Sálvese quien lea

Matar un ruiseñor Desde su publicación, en 1960, “Matar un ruiseñor” se ha vuelto no sólo en clásico en Estados Unidos, sino “un monumento literario” (y sus más de treinta millones de ejemplares vendidos lo comprueban). La historia de esta narración tiene tintes autobiográficos, pues habla de un abogado sureño blanco, Atticus Finch –tal como […]

Matar un ruiseñor

Desde su publicación, en 1960, “Matar un ruiseñor” se ha vuelto no sólo en clásico en Estados Unidos, sino “un monumento literario” (y sus más de treinta millones de ejemplares vendidos lo comprueban). La historia de esta narración tiene tintes autobiográficos, pues habla de un abogado sureño blanco, Atticus Finch –tal como lo fue el padre de Harper Lee, la autora de la novela–, que defiende a un negro acusado injustamente de violar a una mujer blanca, en un pueblo llamado Maycomb (inspirado en Monroeville, la villa donde nació Lee). Obviamente, la novela alcanzó semejante notoriedad pues justo en la década de los sesenta los movimientos pro derechos civiles tuvieron su mayor auge.

El caso de Harper Lee es paradigmático; como J. D. Salinger, tras el éxito de su novela se enclaustró, huyó de los aparadores y las cámaras, y no publicó nada más (tras su muerte apareció otra novela, supuestamente aprobada para su publicación por la autora, pero eso es harina de otro costal).

“La autora era una desconocida, una empleada del departamento de reservas de una aerolínea”, dice Marc Bassets, “pero dotada de un talento narrativo insólito que mezclaba la mirada ingenua de una niña –Scout, alter ego de Harper Lee– con un bisturí afilado para diseccionar el pecado original de la democracia estadounidense: el racismo y sus distantes expresiones: la esclavitud, la segregación, la discriminación… “Matar a un ruiseñor”, además de una evocación del paraíso infantil y una denuncia del racismo, es un manual de ciudadanía, una Biblia cívica leída por sucesivas generaciones de escolares en ese país”.

Como dato curioso, Dill, uno de los personajes infantiles que aparecen en la novela, es el propio Truman Capote, vecino y amigo de Harper en sus años mozos. Y, durante mucho tiempo, se dijo que el verdadero autor de “Matar un ruiseñor” era Capote, aunque muchos críticos consideran que, por el contrario, Lee fue de mucha ayuda –lo acompañó en los viajes y entrevistas– para que aquél escribiera su obra maestra: “A sangre fría”.