¿Quién, el año pasado, podría haberse imaginado comiendo, muy contentos, en Atlacomulco a Andrés Manuel López Obrador y Alfredo del Mazo? Ayer lo hicieron. Hubiera sido casi una contradicción imaginar a AMLO tomado de la mano de Alfredo, levantando juntos el brazo en señal de victoria. Lo vimos hace unos días. También hubiera sido impensable que ambos, públicamente, se expresarán su apoyo y aliento, como lo hacen cada que se reúnen. La concordia y el interés superior ha hecho posible que el presidente de la república y el gobernador del Estado de México no rivalicen, sin importan que uno milite en Morena y otro en el PRI, por el contrario, que se complementen, a final de cuentas quien gana es el pueblo. En horabuena por ambos.
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La Unidad de Contraloría Interna del Instituto de Salud del Estado de México ha podido documentar hasta hoy un desfalco de al menos 2 mil millones de pesos cometido por funcionarios de la administración anterior. Los resultados de la auditoria son parciales, al no estar definitivamente terminada, aunque sí detenida, extrañamente. La evidencias del saqueo al Sector Salud son contundentes, pero parece que no así la voluntad política para castigarlo ejemplarmente.
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Ahora resulta que Fernando Zamora tenía hasta chef para que le sirviera de comer en la oficina a la hora que quisiera. Lo tenía en la nómina con un salario de 60 mil pesos mensuales y estaba completamente a su disposición. La nueva administración ha descubierto ese y otros excesos, todo con cargo al presupuesto de Toluca.
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Hablando de excesos, es muy delicado lo que se cuenta sobre el comportamiento personal de la nueva alcaldesa de Morena en Metepec, Gabriela Gamboa. Abundan los testimonios de cómo su gusto por las bebidas espirituosas están afectando el cumplimiento de sus responsabilidades públicas. Parece que en Metepec salieron de Guatemala para entrar en guatepeor, se fueros los corruptos y llegaron los disipados.
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Muchos en el gobierno lo tenían en 8 en la cuenta para el nocaut, pero -aturdido- Érick Sevilla ha logrado levantarse tomándose de las cuerdas, se ha acomodado los pantaloncillos, limpiado los guantes y cree que puede seguir adelante aunque tenga el ojo morado y un hilo de sangre fluyendo de su nariz. Llegará al siguiente round y no tendrá que entregar todavía el cinturón de secretario de Desarrollo Social. Sigue en la pelea.
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