Se dice que

  En política, ser bueno es sinónimo de estulticia; quizá por eso, el sarcasmo popular nombra al bien intencionado alcalde panista de Ixtapan de Sal, José Antonio Pérez Quintero, como “el tonto del pueblo”: un médico metido a la política del que se hablan muy buenas cosas como persona, pero muy malas como hombre en […]

 

En política, ser bueno es sinónimo de estulticia; quizá por eso, el sarcasmo popular nombra al bien intencionado alcalde panista de Ixtapan de Sal, José Antonio Pérez Quintero, como “el tonto del pueblo”: un médico metido a la política del que se hablan muy buenas cosas como persona, pero muy malas como hombre en ejercicio del poder. Lleva apenas cien días en el cargo y su equipo de trabajo lo tiene como rehén: no lo respetan y hacen negocios en sus narices. Históricamente, Ixtapan de la Sal ha sido controlado por la familia San Román; allí tienen sus casas el expresidente Peña y una gran cantidad de empresarios y personajes de la política. Es un municipio bello y prodigioso que, no obstante, ha sido administrado desde hace años por incapaces o corruptos. Es una pena pero todo hace suponer que no hay elementos objetivos para esperar algo distinto. Con el PRI, el PRD y, ahora, con el PAN, ha sido lo mismo.

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A propósito de Ixtapan de la Sal y del expresidente Peña, uno de los empresarios consentidos durante su mandato, José Miguel Bejos (con quien solía jugar golf los fines de semana, tomar la copa y hablar de negocios), decidió, en pleno proceso de colapso del peñismo, mover su actividad a Puebla. Pepe Miguel, como lo llaman en su círculo de cuates, pasa ahora los días viviendo de la fortuna que levantó haciendo obra pública con PRODI y Mota Engil México, y dedicado de lleno a divertirse con su equipo de béisbol, los Pericos. Se le ve muy relajado, sin apuro alguno; habrá de tener la conciencia tranquila. 

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El sistema sigue funcionando con valores invertidos: mientras más se desciende, mayores son las probabilidades de ascender. Solo en un país como México, y en un estado como este, puede ser que un alcalde, al que se le ha comprobado que usó facturas falsas para justificar el gasto de 28 millones de pesos, lejos de ser castigado, se le haya premiado reeligiéndolo. El presidente municipal de Sultepec, Miguel Hernández Tinoco, se ha salido con la suya hasta ahora, con la idea de que, si no se habla de lo que hizo, no hizo nada. Un municipio tan bello pero tan pobre como el que gobierna merece y necesita algo mejor que un bribón.

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La súbita desaparición pública del excandidato del PAN a la alcaldía de Toluca, Gerardo Pliego, luego de perder la elección frente a Juan Rodolfo, ha generado toda una narrativa de sospechosismo. Sus simpatizantes se cuestionan cómo, después de obtener 140 mil votos, pudo retirarse de la escena política. En la lógica de quienes creyeron en él, debería ser quien gestione la oposición en la capital, el que articule los controles sociales al poder. Pliego es un empresario de la construcción con cierto éxito; los maliciosos o malintencionados hablan de un pacto de retiro voluntario a cambio de contratos. Si no es cierto, debería salir a aclararlo de inmediato. 

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Monserrat Ruiz Páez no solo es la diputada millennial de la LX Legislatura del Estado de México: también resultó la más votada de los 75 representantes populares que integran el pleno de la Cámara. Parecería que saber que ganó su curul con más de 94 mil votos (muchos más que cualquier otro) es únicamente un dato anecdótico; pero ha devenido mucho más que eso: es legitimidad y fuerza para la gestión pública que, hasta parece, le han querido regatear por ser joven y mujer. En muchos aspectos, aunque se intente sostener otra cosa, el régimen sigue siendo muy conservador.