Se dice que

El asesinato de Luis Miranda Cardoso es un acto abominable cometido por malditos que la sociedad tendría que repudiar mas allá de filias o fobias

Nadie en sano juicio podría o debería regodearse con el sufrimiento ajeno, así sea el del peor adversario, hacerlo es miserable. El asesinato de Luis Miranda Cardoso es un acto abominable cometido por malditos que la sociedad tendría que repudiar mas allá de filias o fobias. Ver a Luis Miranda Nava roto por la pérdida de su padre es casi una epifanía de la insignificancia del poder frente al amor y la vida.

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A la muerte de su señora esposa el año pasado, don Luis Miranda Cardoso tomó la decisión de irse a vivir solo en la modesta casa de la colonia Sánchez, contigua a su notaría. No tenía personal de seguridad que le custodiara, no encontraba razones para tener miedo. Que su domicilio y su oficina se ubicaran en el corazón de uno de los barrios populares de Toluca le hacía sentirse cómodo. No es una zona atractiva para ladrones, los asaltos a casas habitación allí no son comunes. Lo que los peritos encontraron en la escena del crimen sugiere que pudo tratarse de una ejecución hecha por profesionales. Había una caja fuerte que forzaron, pero no pudieron abrirla. Prácticamente no se llevaron nada. A don Luis lo mataron de noche y nadie escuchó nada, es probable que se usara silenciador en el arma asesina. La Fiscalía tiene dos hipótesis: a) intento de robo con violencia; b) asesinato a sangre fría.

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Hasta hace un par de años, Luis Miranda Nava era uno de los hombres con más poder en México. Era el amigo predilecto del presidente de la República, operador político de confianza, el lado B. En el Estado de México sigue siendo uno de los personajes políticos con amplísimas influencias, un hombre de la nomeklatura, del stlablishment. Quien haya matado a su padre o fue un obtuso delincuente o una mente siniestra que calculó muy bien lo que ordenaba. El Fiscal General de Justicia, Alejandro Gómez, tiene ante sí un reto del que podría salir reconocido o defenestrado.

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Lo que este 11 de agosto de 2020 ha sacudido a la sociedad política, guardadas proporciones, parece un déjà vu de los que vimos en aquel diciembre del 2004 cuando era encontrado el cadáver de Enrique Salinas de Gortari. El hermano del expresidente había sido asesinado y su cuerpo abandonado en su automóvil en un suburbio de Huixquilucan. Entonces, como ahora, se cimbró la clase política, pero hasta hoy, 16 años después, el asesinato sigue sin resolverse. Ojalá no sea este el caso.

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En mayo pasado, Alfonso Isaac Gamboa Lozano, uno de los hombres considerados mano derecha de Luis Videgaray, fue asesinado brutalmente en su casa de descanso en Temixco, Morelos, junto con su madre y tres hermanos. Casi tres meses después es asesinado el padre de Luis Miranda. La muerte ha marcado a dos de los mas cercanos hombres al entonces presidente Enrique Peña, fundamentales en su malogrado gobierno. Funesto destino.