Se dice que

No puede este estado, con la segunda economía más grande país, seguir siendo tan injusto y al mismo tiempo que produce tanta riqueza generar tanta pobreza

Sobre Alfredo Del Mazo pueden decirse muchas cosas, pero dos son incontrovertibles: 1, que es bien intencionado; 2, que no ha podido ser, al menos hasta hoy, un gobernador de buenos resultados. Sin ser cándidos, ¿qué pueden los mexiquenses esperar de él? Que al menos los siguientes 3 años de su administración sean  mejores que los 3 primeros. Ya no hay tiempo ni paciencia, el Estado de México lo necesita, se lo exige.

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Las circunstancias le han condicionado, innegable. La adversidad puede marcarse como distintivo de su primer trienio. Han sido 36 meses muy complicados que empezaron con los terremotos de 2017, la pérdida de poder con los resultados electorales 2018, la defenestración pública del peñismo iniciada en 2019 y la pandemia en 2020. No ha tenido año sin tribulaciones. Lo que sigue, lamentablemente, no se ve que pueda ser mejor. Crisis económica y desafío electoral se le presentan en 2021.

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La fortaleza del pueblo es lo ha que ha logrado vencer todas las vicisitudes naturales, políticas y económicas. Su resiliencia es admirable. Ninguna de las muchas calamidades que ha padecido han podido destruirlo, desanimarlo, amedrentarlo. Justo en esa fuerza es en la que Alfredo Del Mazo debe apoyarse, entregarse y andar el presente con rumbo claro al futuro. No puede este estado, con la segunda economía más grande país, seguir siendo tan injusto y al mismo tiempo que produce tanta riqueza generar tanta pobreza, no puede seguir degradando el medio ambiente, ni mantenerse en el retraso tecnológico ni ganando oportunidades a sus jóvenes y a sus mujeres. El Estado de México necesita un líder que anime y convenza. ¿Podría serlo Del Mazo? Sin duda, no hay quién o qué se lo impida.

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La sucesión en la universidad es un proceso vivo que, debería entenderse, se desarrolla en un contexto diferente a todos los anteriores, pero nadie debería olvidar o evadir la regla de oro del reconocimiento irrestricto del Consejo Universitario como máxima autoridad. Así y solo así, se conjura el conflicto. Son los consejeros por decisión mayoritaria quienes, con el consenso de la comunidad estudiantil, académica y administrativa, deben elegir al sucesor, no el rector saliente, ni el gobernador en turno, los diputados o cualquier otro grupo de presión. No son tiempos ya de vetos ni de votos supremos, tampoco de aspirantes únicos, en la universalidad esta la riqueza. La grandeza de la UAEM está en ella misma.

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El nuevo secretario de Educación, Gerardo Monroy, la está rompiendo y mucho más pronto de lo que se esperaba ha logrado empatizar como en los viejos y buenos tiempos con el magisterio estatal, particularmente con el Sindicato de Maestros al Servicio del Estado de México que daba hasta hace uno meses muestras claras de malestar por lo que consideraban un trato inadecuado y poco considerado. Bueno, Gerardo ha logrado restaurar la relación pronto y superar el reto político que implicaba, ahora tiene ante sí el desafío de la mejorar la calidad educativa. Veremos.