Sociedad civil: ¿se mudó de las calles a Twitter?

Son grupos que buscan (básicamente con memes, fotos y audios) minar la credibilidad al gobierno. A esto último se ha reducido su “causa”

En 1985, tras los sismos que azotaron fuertemente a la Ciudad de México, surgió algo que Carlos Monsiváis nombró “Sociedad civil”. En su libro No sin nosotros dice: “El miedo, el terror por lo acontecido a los seres queridos y las propiedades, la pérdida de familias y amigos, los rumores, la desinformación y los sentimientos de impotencia, todo -al parecer de manera súbita- da paso a la mentalidad que hace creíble (compartible) una idea hasta ese momento distante o desconocida: la sociedad civil”.

Monsiváis echó mano de este término para nombrar aquello que presenció de manera directa: miles de personas asociadas con fines altruistas, solidarios, humanitarios y actuando al margen del gobierno. Era un movimiento insólito en el México de los ochentas. ¿Por qué? Debido a que se trataba de gente aglutinada por motivos distintos a los políticos. No era una colectividad que se pudiera vincular a los movimientos ferrocarrilero, estudiantil o médico que habían tomado las calles apenas unos lustros atrás. Más bien era gente que formaba comités de manera espontánea para acopiar víveres, para clasificar medicinas, para anotar nombres de desaparecidos, para remover escombros, etc. 

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El término que Monsiváis decidió emplear existía desde hace varios siglos, pues Adam Ferguson lo empleó en Inglaterra al escribir texto de la época de la Ilustración. Durante mucho tiempo algunos lo habían retomado, pero Monsiváis lo tomó por parecerle de utilidad a la hora de darle nombre a un ensamblado social emergente, para el que no había categorías precisamente por su rareza.

La nueva «Sociedad civil»

Han pasado más de tres décadas de esto que estoy narrando y uno podría preguntarse si las agrupaciones, colectivos o asociaciones que hoy enarbolan la bandera de la sociedad civil en México tienen algún tipo de continuidad con aquella ebullición cívica del 85. Mi respuesta es que más bien, a lo largo de estas décadas, han tenido lugar varios re-ensamblados que nos arrojan nuevas colectividades que están prácticamente del otro lado del espectro cuando se les compara con los colectivos que descubrimos tras el sismo del 85: es otra sociedad civil, una “nueva“.

¿Por qué pienso esto? Por tres razones: la primera es que Monsiváis aplicó el término sociedad civil para referir a colectivos que se armaron al calor de la emergencia y con el espíritu de la empatía. La utilidad del término residía básicamente en que podía diferenciarse fácilmente del gobierno: como este último básicamente fue inoperante en las horas posteriores a la desgracia, fue la gente la que se volcó a las labores de rescate y ayuda. Al nombrarla sociedad civil era clarísima su diferencia con las estructuras de gobierno. 

Luego de esa experiencia que asoció a la gente de un modo inesperado en la capital del país, las posteriores acciones colectivas que tenían demandas de vivienda, ordenamiento urbano, ecología y algunas más, podían ser nombradas precisamente como protagonizadas por la sociedad civil. Esto pronto irradió al resto del país y ya había un nombre para referirse a las agrupaciones, movimientos y activismos que reivindicaban luchas de distinto tipo pero que se desmarcaban del Estado (representado por gobierno, partidos, sindicatos y demás estructuras añejas).

De la sociedad civil a la política

La segunda razón que abona a mi pensar es que con esos grupos y movimientos pasó algo que es casi inevitable: se solidificaron en forma de movimientos políticos. Los activismos ecologistas, feministas, altermundistas y otros más, encontraron espacios en el espectro político para buscar posiciones de gobierno. Varios de los liderazgos generados en esas trincheras de la sociedad civil se convirtieron en legisladores, en líderes de partidos, en gobernantes a varios niveles. Ya estando ahí tenían que abandonar la bandera de la sociedad civil; ya no se les podía nombrar así, pues habían cruzado la línea a partir de la cual se les identificaba: lo opuesto a la burocracia estatal.

Y la tercera razón es que todas esas movilizaciones engendradas a finales de los ochentas en gran parte del país (herederas de movilizaciones de los 60’s y 70’s) se acuerparon en partidos y corrientes políticas que fueron demoliendo poco a poco a los antiguos liderazgos (príistas básicamente) e instituciones (antidemocráticas), hasta llegar a un punto en el que se hacen de los máximos cargos políticos: la Presidencia de la República, las gubernaturas, los congresos locales y federal.

Así, de pronto, los activistas que estuvieron en la calle por muchos años se encontraron del otro lado del escritorio, en el aparato gubernamental y ya no podían seguirse llamando sociedad civil. Pero ahora, los desplazados de dicho aparato han levantado la bandera y se llaman a sí mismos la sociedad civil. Esta “nueva sociedad civil” está conformada por quienes antes estuvieron en las estructuras gubernamentales y en las organizaciones políticas clásicas. Muchos de ellos nunca han ganado una elección, no anduvieron en las calles, boteando o marchando. No se formaron en los mítines y bloqueos que recibían los toletazos de parte de los granaderos. 

Sociedad civil y redes sociales

La nueva sociedad civil ha encontrado en las redes sociales el espacio en el que “luchan”. Es un espacio en el que critican al gobierno, en el que señalan todos los “errores”, las “incongruencias”, las “improvisaciones” y “excesos”. Se han asociado en grupos que organizan mítines virtuales a través de Space (en Twitter) y que ventilan en esa red social las monumentales “aberraciones” del gobierno. Son grupos que en Facebook y en WhatsApp circulan información (básicamente memes, fotos y audios) que busca minar legitimidad y credibilidad al gobierno. A esto último se ha reducido su “causa”: a negar cualquier logro gubernamental, a vapulear a funcionarios de todos los niveles por casi cualquier cosa, desde su vestimenta hasta su modo de hablar, sus declaraciones, sus actividades, etc. 

Estos nuevos ensamblados sociales son radicalmente distintos a aquello que Monsiváis nombró sociedad civil. Bastaron tres décadas para que los papeles se invirtieran y la sociedad civil de hoy es la que se presenta combatiendo “la militarización” la “destrucción de los organismos autónomos” o al “pernicioso populismo”. Tienen que hacerlo con la bandera de movimientos no partidistas por el descrédito en el que han caído tanto PAN como PRI. A ellos se les han sumado los intereses afectados por el nuevo gobierno, desde sindicatos hasta cámaras empresariales, pasando por periodistas e intelectuales.

Juego de roles

Esta nueva sociedad civil apenas está entendiendo el rol que le toca jugar. Va, a paso lento, asumiendo el sitio en el que está pero, dado que su interés es retomar el control del aparato de gobierno, tiene una situación paradójica: busca ser gobierno, pero no puede presentarse con su credencial de político afiliado a los mismos partidos de siempre. Entretanto, en el aparato de gobierno están posicionados los que, viniendo de lo que provisionalmente podríamos llamar “antigua sociedad civil”, forjaron sus liderazgos en la calle, en los mítines, en los paros y huelgas. Y no están dispuestos a soltar tan fácil lo que han ganado en las urnas y que han edificado sobre la base social que ganaron en el activismo y que ahora han cultivado con programas gubernamentales.

Llamar vieja y nueva sociedad civil es sólo un recurso que me permito para nombrar el re-ensamblado social y político que ha experimentado el país en las últimas décadas. Lo anterior nos confirma cuán fácil pueden vaciarse algunos “moldes” conceptuales que se emplean para referir cuestiones sociales y cómo también pueden volverse a llenar, pero con nuevos elementos.

En suma, podemos decir que aquellos que hoy se presentan como la sociedad civil no son los mismos que merecieron ese nombre hace casi cuatro décadas a ras de pavimento. Los que ahora se presentan como sociedad civil descubrieron esa bandera en un #hashtag y su centro de operación es la virtualidad de las redes sociales (los hemos visto tratar de tomar las calles y no han logrado movilizar más que a unos cuantos). Y, por el otro lado, muchos de los que anduvieron en las calles y a los cuales se les llamaba sociedad civil hoy son el “oficialismo”. Los unos y los otros han cambiado, porque como lo decía Heráclito, la naturaleza misma de la vida es el cambio. Van a seguirlo haciendo y tendremos que seguir haciendo crónica de todo ello.