Termina ciclo escolar con incertidumbre

Termina ciclo escolar con incertidumbre
En algunos casos el regreso fue sumamente efímero

Con más incertidumbre que otra cosa, concluyó el ciclo escolar 2020-2021. Hace apenas un mes el país se pintaba casi todo de color verde, dentro del semáforo de riesgo epidemiológico, y varias entidades autorizaron el regreso presencial a las aulas. Dado que fue voluntario, más bien se trató de algo simbólico: sólo una mínima parte de los escolares regresaron unos cuantos días a sus aulas. El resto se mantuvo con sus clases “a distancia”. Como lo comentamos aquí hace precisamente varias semanas, la determinación de que se retomaran las clases presenciales era una especia de ensayo que serviría para calibrar cómo se operaría el ciclo escolar 2021-2022.

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En algunos casos el regreso fue sumamente efímero, en la ciudad de México, por ejemplo, tras una semana se decidió suspender lo actividad presencial en las escuelas, tras detectarse algunos caso positivos a covid-19 entre los estudiantes (que evidentemente no se contagiaron en las escuelas, dado el tiempo de incubación del virus). En el Estado de México, las cifras oficiales hablaban de unos 300 mil estudiantes regresando a las labores presenciales, en los distintos niveles, en los sectores público y privado, de manera escalonada y voluntaria. No hubo contagios oficialmente reportados dentro de este grupo de personas.

Por otro lado, en el ámbito académico -también lo dijimos en su momento- no había mucha justificación para regresar a clases presenciales, pues los programas estaban prácticamente terminados, las calificaciones ya estaban asentándose y no había objetivos claros de enseñanza-aprendizaje que se buscaran. La convivencia, el sentido de pertenencia, la identidad, podrían ser las metas secundarias a cumplir. La indicación a los profesores, sobre todo de educación básica, fue no reprobar a nadie. En suma, el “regreso a clases” no fue tal.

Lo paradójico es que, dado el optimismo del semáforo verde en casi todo el territorio nacional, algunas escuelas, básicamente privadas, decidieron hacer ceremonias de clausura a las que acudió mucha gente (estudiantes, padres de familia, invitados). Este fenómeno forma parte de esa escalada de infundada confianza que condujo al país a una tercera ola de contagios: se declaró semáforo verde y todo mundo se puso a organizar fiestas, a salir de antro, a colmar los restaurantes y plazas comerciales, a salir de vacaciones, etc. En cosa de semanas los contagios han repuntado.

Debido a esta tercera ola de la pandemia es que las expectativas para el inicio del siguiente ciclo escolar están llenas de incertidumbre.

La postura de las autoridades educativas, al menos hasta ahora, ha sido en el sentido de que –tal como se planeó hace cosa de dos meses- el regreso en agosto va a incluir las actividades presenciales. Es verdad que la dinámica de la pandemia se ha modificado un poco, que si bien es cierto están creciendo los contagios, no lo hacen al mismo ritmo las hospitalizaciones y defunciones (lo cual se atribuye principalmente a la vacuna que ya han recibido varias decenas de millones de personas en el país), por ello es que se mantiene la idea de un regreso con clases presenciales.

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Estamos a semanas de que inicie ese nuevo ciclo. El periodo vacacional es realmente corto. De hecho, instituciones de educación superior estarían iniciando antes que la educación básica. En ellas la incertidumbre es todavía mayor, pues no hay claridad en si habrá actividad presencial o no. Los estudiantes ya están inscribiéndose y no tienen la certeza de cómo iniciarán (o concluirán) su formación. Sí, la mayor parte del personal educativo ya ha sido vacunado, pero los estudiantes no, y para nadie es un secreto que en esta tercera ola son precisamente los grupos juveniles los que se han identificado como de mayor riesgo. En las dos primeras oleadas siempre se habló de pacientes y víctimas de la tercera edad, con comorbilidades, de trabajadores… En fin, el perfil de la pandemia está moviéndose.

Sigue siendo poco razonable tener abiertos estadios, arenas, teatros, cines, bares y que las escuelas sigan cerradas. Hay razones para sostener que el regreso a clases debe darse ya, que los efectos sobre la educación de los niños ni siquiera sabemos qué alcances tengan y que prolongar por más tiempo la simulación doméstica del aula puede tener consecuencias irreversibles. Es conocido que en otros países el regreso a clases tuvo lugar desde el año pasado, que se intentó mantener controles diversos para disminuir los riesgos y en algunos casos se suspendían nuevamente las clases ante repuntes. Pero acá ya son dos los ciclos escolares que han sido atípicos y no hay certidumbre de que el siguiente pueda dejar de serlo. Urge tomar decisiones claras ya. El riesgo a los contagios va a existir por años y no es posible esperar todo ese tiempo para retornar a clases presenciales. El proceso de vacunación aún tomará meses y, además, sabemos que hasta ahora no hay vacunas autorizadas para niños pequeños en ninguna parte del mundo. ¿Tendrá que correrse el riesgo? ¿Vale la pena? ¿Cuál puede ser el bien mayor a proteger: la salud física o la mental y cognitiva? No son respuestas sencillas, el problema es complejo, por ello al finalizar este ciclo escolar hay mucha incertidumbre.