Afonía del Cicerone

  Las matemáticas son a mi vida lo que la decencia a la vida de los priístas (ya sé –lectora, lector querido- que me dirás que no todos son corruptos, rateros, mentirosos, hocicones, gandallas, marrulleros, oscuros y un largo etcétera). Corrijo. Las matemáticas son a mi vida lo que la decencia a algunos priístas. Ya […]

 

Las matemáticas son a mi vida lo que la decencia a la vida de los priístas (ya sé –lectora, lector querido- que me dirás que no todos son corruptos, rateros, mentirosos, hocicones, gandallas, marrulleros, oscuros y un largo etcétera). Corrijo. Las matemáticas son a mi vida lo que la decencia a algunos priístas. Ya estuvo.

Mi acercamiento más doloroso ocurrió en la preparatoria cuando conocí a mi primer maestro de Álgebra, al que poco le faltaba para rebuznar en ecuaciones múltiples.

Su vida, que nos contaba entre problema y problema, era aburridísima, descafeinada y chafa. Por esa razón le encontraba un enorme gusto joder a sus pupilitos que, la gran mayoría, comenzábamos a despuntar y presentar una que otra pluma en nuestra adolescente cuerpo.

Yo le decía el maestro “cálculo diferenciado”. El muy malandro nos reprobó a casi todos.

Sus peroratas sobre la importancia de la matemáticas y la posibilidad de pasar el curso terminaban con  una invitación a una excursión que él organizaba, que te llevaba ida y vuelta en un camión guajolotero a Disneylandia.

Muchos hicieron el matemático tour con “Viajes el Calculo Diferenciado”, y pasaron la materia.

El viaje era de 20 días y 14 los pasaban en el autobús. Se iban por carretera hasta Los Ángeles; miraban de lejecitos Disney, y de regreso.

Yo no fui y sufrí las consecuencias.

Me mandó a extraordinario.

Ahí conocí uno de los libros más aterradores y provocativos de la narrativa numérica: El Libro de Baldor.

El méndigo Baldor me traía asoleado. Detestaba la portada del libro a la que invitaron a un primo de Osama Bin Laden para que posara como presidente municipal meshica, y lanzara una mirada de : “Aquí estoy con mi turbante, mi barba (partida), mi mirada de hermano Almada y mi alma”.

Resolver un problema de Baldor era casi casi como deshacer los pleitos en el PRI por ver quién le mece la cuna a Alfredito.

Las últimas hojas del libro traían, según los expertos, las respuestas a los problemas que el propio Baldor se inventaba en el grueso del texto.

Baldor y sus problemas terminaron arrumbados después de que pasé el curso, al maestro se le hizo buena idea casarse con una compañera del salón y mi autoestima matemática salvó el poco honor que le queda.

Todo iba bien hasta que hace un par de días Gaby (una de las frutitas de mi vientre, y que pinta para ser la Dolores Padierna de la familia), salió de la escuela con un ejemplar de Baldor, ahora rasurado, sin turbante, con gafas oscuras y un copete peñista de campaña presidencial.

“Ya parió la abuela de Baldor”, dije.

La xoloescuincla se atrevió a decirme que ella sí le entendía al libro y que todo, todito podía consultarse con sus respuestas y procedimientos en Google. Es decir, que ya no era necesario tener a una maestro guía de turismo infantil que amenazara con reprobar en caso de no acudir a su excursión de moconetes.

Baldor se resuelve desde la computadora y admite cualquier variedad de métodos para ser terminado.

A mi me agarra el coraje contra la mini perredista, y la envidia de que en mis tiempos no había más respuestas que las que salieran de tu diezmado cerebro.

Baldor se googlea y listo.

Yo ya me voy a Disneylandia para ver si encuentro a mi maestro y a mi compañera, y prometo comprar otro Libro de Baldor por si se me atora entender a cómo anda el peso.

BIENVENIDOS

Hermanos del hueso a roer. Ya está Chepina en el PAN, Delfina en Morena, Alfredo en el PRI; en lo que queda del PRD Juan Zepeda (Viene como Cristo de Iztapalapa, sólo que en vez de cruz carga espectaculares), y el pelón Isidro como independiente ¿?¿?

Ojala se agarren sabroso, pues el respetable ( me incluyo) quiere sangre.

Nos encontramos en @gfloresa7