El astillero

Onetti abrevó de lo mejor de autores tan disímiles como Sartre, Kafka, Celine y el propio Dostoievski para dejar una obra invaluable.

Perteneciente a lo que algunos críticos denominaron “la generación del 40” (donde se incluían a diversos autores hispanoamericanos como Juan Rulfo, José María Arguedas, Miguel Otero Silva…), el uruguayo Juan Carlos Onetti es una pieza fundamental en el devenir literario de la América toda. Antecedente inmediato del boom latinoamericano, Onetti abrevó de lo mejor de autores tan disímiles como Sartre, Kafka, Celine y el propio Dostoievski para dejar una obra invaluable. Y una pieza central de su narrativa es “El astillero”.

El protagonista, Larsen (también conocido como Junta o Juntacadáveres, proxeneta que había rondado ya otras narraciones de Onetti como “Tierra de nadie” y “La vida breve”, y que aparecerá en la novela posterior “Juntacadáveres”, aunque los hechos acaecidos en esta novela son anteriores a la que nos ocupa), tras una larga ausencia a raíz del cierre de su prostíbulo, regresa al poblado de Santa María para hacerse cargo de la gerencia general del astillero Petrus e intentar seducir a la hija del dueño, Angélica Inés Petrus; ambos “proyectos quiméricos” redundarán, como bien afirma Emir Rodríguez Monegal, en un descenso a los infiernos semejante al de Ulises en la “Odisea”, el de Eneas en la “Eneida” o el de Dante en su “Comedia”.

Culminación del “ciclo de Santa María” (mítico pueblo inventado por Onetti, en donde se amalgaman su natal Uruguay y Buenos Aires, ciudad donde vivió cerca de tres lustros), “El astillero” es un notabilísimo esfuerzo narrativo que, a más de medio siglo de distancia, sigue cautivando a todos aquellos que, como quien esto escribe, decidan adentrarse en el inconmensurable mar onettiano.