¿En el Estado de México los peores estudiantes?

  Toda política pública debe ser sometida a evaluación periódicamente, tanto para monitorear su operación como para medir su impacto en aquella realidad social en la que se esté interviniendo de manera directa. La política que el Estado mexicano ha tratado de impulsar en materia educativa durante los años recientes se encamina claramente a potenciar […]

 

Toda política pública debe ser sometida a evaluación periódicamente, tanto para monitorear su operación como para medir su impacto en aquella realidad social en la que se esté interviniendo de manera directa. La política que el Estado mexicano ha tratado de impulsar en materia educativa durante los años recientes se encamina claramente a potenciar el capital humano del país, lo cual dicho en palabras llanas es preparar gente que pueda ser empleada en los procesos productivos. En esa medida la SEP, se ha avenido a los criterios que organismos internacionales como la OCDE o el Banco Mundial establecen como ruta a seguir: el desarrollo de ciertas competencias que permitan a los estudiantes incorporarse en algún momento al mercado laboral con posibilidades de ser competentes.

Dadas estas premisas, evaluaciones como la prueba PISA (ya comentada en este mismo espacio y en muchísimos otros) se encaminan a medir qué tan cerca o lejos se está de cumplir ese objetivo de formar en las aulas a las personas que generarán riqueza en el futuro. En ese sentido, un instrumento que este año también se ejecutó para medir ese impacto que estaría teniendo en los estudiantes su escuela es la prueba PLANEA (Plan Nacional para la Evaluación de los Aprendizajes). Ésta vino a sustituir a las pruebas ENLACE y EXCALE que se habían venido aplicando desde hace algunos lustros. La nueva prueba, según el Instituto Nacional para la Evaluación Educativa (INEE), tiene como objetivo establecer e informar a la sociedad el estado que guarda la educación del país en términos del logro de aprendizaje de sus estudiantes de educación básica y media superior.

En el ejercicio aplicado este año 2016 a los estudiantes del nivel medio superior, los resultados son muy reveladores: mostró que los jóvenes de bachillerato tienen dificultades para seguir aprendiendo, pues 45% de los que aplicaron la prueba se encuentran en nivel insuficiente en Lenguaje y Comunicación y 49.2% en el mismo nivel en Matemáticas. La muestra empleada para el estudio fue de casi 15 mil escuelas de todo el país y, como puede apreciarse, se les evaluó en dos ámbitos específicamente: lo que tiene que ver con la comprensión lectora (que se le denomina en la prueba el campo Lenguaje y Comunicación) y las matemáticas, a las que se les ve como un campo que promueve la capacidad de razonamiento más que de memorización. Lo que quisiera resaltar en esta ocasión es que el Estado de México ocupó el último lugar a nivel nacional en matemáticas y el lugar 25 en Lenguaje y Comunicación.

Así es, la entidad mexiquense salió muy mal evaluada en este ejercicio, pues sólo 10 de cada 100 estudiantes de nivel bachillerato muestra un nivel sobresaliente en la capacidad para dar solución a problemas, para formular argumentos y explicar resultados que hayan obtenido o para diseñar estrategias y tomar decisiones. Y escasos 17 de cada 100 se mostraron especialmente hábiles para comprender en su totalidad una lectura. (Los resultados pueden verse en: http://planea.sep.gob.mx/ms/)

Sin duda estos resultados nos muestran un “fracaso en grande” para el sistema educativo mexiquense, a los ojos del INEE y la SEP. Al margen de la discusión que pueda entablarse acerca de si lo que mide la prueba PLANEA es lo más pertinente en términos estrictamente pedagógicos o de formación de las personas, lo que es inevitable es el gran tache que se lleva el Estado de México. Teniendo el sistema educativo más grande, con casi 5 millones de alumnos y 138 mil docentes, sus resultados de desempeño son realmente un fracaso.

¿Se puede decir, entonces, que en el Estado de México tenemos a los peores estudiantes del país? Quizá no se pueda afirmar eso, pero lo que sí tenemos es un sistema educativo a cargo de personas no interesadas realmente en la educación, empezando por una titular que está ahí sólo por sus pretensiones políticas, a la que le daría igual estar en esta secretaría que en la de Agricultura o en la de Desarrollo Social, pues lo importante es tener una plataforma desde la cual “brincar” políticamente. Igualmente influyen las condiciones en las que se da el proceso educativo en el nivel medio superior: grupos saturados (porque se debe dar cabida a todos) sistemas de evaluación laxos (porque se debe aprobar a todos a fin de incrementar el promedio de escolaridad), condiciones materiales precarias en gran cantidad de los planteles, maestros mal pagados y sin estabilidad laboral, por mencionar sólo algunos de los factores presentes en un sistema que engulle presupuestos enormes, gestiona la carrera de muchos cientos de miles de jóvenes y pretende guiarse por la política educativa nacional, pero a su interior son demasiados los procesos entrópicos que “desperdician” toda esa energía y entregan resultados muy magros.