Como parte de un proceso de validación ya no creíble en la sociedad, la Secretaría de Educación estatal, atendiendo las instrucciones federales, ha dado a conocer las fechas de una serie de foros a desarrollar en diferentes municipios de la entidad, a efecto de agregar a la pretendida imposición curricular en educación básica y media superior la palabra consulta, que desde la óptica institucional constituiría el acto republicano que todo estado democrático garantiza a sus habitantes en la toma de decisiones, que en la especie no se aprecia por ningún lado.
Los Consejos Técnicos Escolares de la semana pasada, no aportaron nada a la propuesta curricular 2016 de la Secretaría de Educación Pública (SEP), los probables productos con elementos al menos para la reflexión no se obtuvieron, pero suponiendo sin conceder que se haya logrado la construcción de aportes con fundamentos teóricos y conceptuales que puedan incidir en el documento elaborado por los intelectuales de estado, presentados por la SEP en semanas anteriores, resultarían irrelevantes porque deben seguir el camino de la irracionalidad burocrática imperante.
El camino procesal por así llamarlo se sintetiza en la información para la plataforma de la escuela, que supuestamente será la base para el Consejo Técnico de Supervisión escolar, a la que continuará el Consejo Técnico Regional ─correspondiente a las subdirecciones regionales, especialistas en transportar y reunir datos, transmitir y operar instrucciones de la administración central, carentes de toma decisiones que impacten en materia académica, entre otras─, para llegar finalmente al Consejo Técnico Estatal, recorrido que prioriza el cumplimiento de requerimientos administrativos, al fin y al cabo la llamada rendición de cuentas de la normalidad mínima, se da ante los padres de familia, quienes aceptan sin interés académico notorio una especie de informe donde la participación se determina por lo que deciden los directivos de la propia escuela, es decir, no se permiten colaboraciones que aporten de los participantes.
En lógica similar se encuentran los foros programados y a pesar de que se diga que son eventos públicos no lo son, en primer lugar para generar una discusión de fondo se requiere que los participantes sean al menos especialistas en diseño curricular, filosofía, pedagogía entre otros, a efecto de contar con propuestas viables de ser tomados en cuenta y no cometer errores como los actuales, que incurren al extremos de no garantizar la autoría de posturas y aportes de autores relevantes que no son citados en los textos, cometiendo como ocurre plagios inducidos que presenta el documento de casi cuatrocientas páginas, quizá con el propósito de mandar al olvido a Piaget, Bruner, Vygotsky entre otros, cuyos pensamientos son transcritos sin la cita bibliográfica correspondiente.
La asistencia a estos foros son restringidos, así como la participación, las ponencias que serán leídas ante los auditorios cautivos para estallar en aplausos convenidos, serás decididas con antelación por comisiones integradas para ese fin, en donde rara vez se encuentran perfiles de índole totalmente imparcial.
El show se instrumenta desde viejos esquemas oficiales, algo similar a la aprobación que hacen las cámaras de diputados locales, ante los requerimiento de aprobación de leyes provenientes de la federación, con el requisito del máximo esfuerzo al momento de levantar el dedo para la cuantificación de mayorías legislativas, necesarias para la supuesta validación de las determinaciones dictadas por los grupos del poder en turno.
Ante este panorama resulta irrelevante incluso algún tipo de pretensión para boicotear dicho eventos, al ser foros inútiles sin aportaciones reales a un modelo educativo, que hoy por hoy presenta un documento oficial carente de objetivos y metas, sin idea del tipo de mexicano que se desea formar desde esta propuesta extraviada entre la mano de obra barata por ofrecer o un perfil de mexicano sustentado en lo que dicta la ley.
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