El nuevo gobierno de Delfina merece el beneficio de la duda

El nuevo gobierno de Delfina merece el beneficio de la duda
Honradez y honestidad deben ser los elementos que distingan y diferencien

El nuevo gobierno de Delfina merece el beneficio de la duda. Descalificarlo a priori sería irracional y canalla. La integración del nuevo gabinete no sorprende, pero tampoco alienta a la percepción de cambio. En buena medida su integración fue decidida, como siempre, por el principio de cuotas y cuates. Entreverados perfiles políticos con técnicos. Ojalá así sea.

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Horacio Duarte, el vicegobernador. Elogio de unos, sorna de otros, pero ambos coinciden en ubicarlo como el hombre fuerte de la próxima administración. Sin duda, uno de los personajes que más influyen y han influido en las decisiones de la maestra. Difícilmente permanecerá allí todo el sexenio, el diseño está hecho para que sea un secretario general de Gobierno transitorio. Después del 2024 todo cambiará.

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Laura González efectivamente trabajó en el gobierno priista de Eruviel como subsecretaria en Desarrollo Económico, pero ligarla orgánicamente con el grupo político del hoy senador independiente es un despropósito. Laura se ha inventado sola y nunca dudó en apoyar la candidatura de Delfina a la gubernatura. Ha sido congruente y consecuente. El tiempo y sus resultados dirán si fue o no acertado sumarla al gobierno, un sector amplio del empresariado está satisfecho.

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El marcelista Daniel Sibaja deja la empresa política para enfocar sus esfuerzos en la administración pública. Quizá esa deba ser la lectura correcta a su nombramiento como secretario de Movilidad, área de conocimiento en la que no es un experto. Incorporar al gobierno al coordinador estatal de Marcelo es una hábil maniobra política de la gobernadora, ojalá también resulte buena en la búsqueda de soluciones a un problema tan sensible como el transporte, específicamente.

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La maestra y su gobierno tendrán de aquí a junio para mantener y, en la medida de lo posible, aumentar el apoyo de la base social. No desilusionar es el reto, interpretar correctamente los sentimientos y necesidades del pueblo para no decepcionar. La buena obra es como el amor, si no se dice de la manera correcta, es como si no se amara. Comunicación, allí está la falla hasta ahora.