Lo que hay después de la globalización

Lo que hay después de la globalización
Parece que estamos ya en una nueva etapa en la historia política de los modelos económicos

En lo que va del presente siglo, una de las palabras más empleadas es “globalización”. Se utiliza para referir esa etapa del modelo económico capitalista en la que se trataba de abrir todos los mercados posibles a todas las mercancías posibles y se pedía a todas las naciones del orbe sumarse al libre mercado. Se buscaba, desde luego, implementar una estrategia económica y política que nos fue presentada como el futuro deseable, como la panacea, como el oasis, después de años de “proteccionismo pernicioso”.

Libre mercado

La serie de argumentos esgrimidos para abrir los mercados nacionales de todo el orbe se apoyaban en los ya muy reconocidos valores de la libertad, aterrizados básicamente en la competencia y el consumo. Se argüía que la libertad para ofrecer productos y servicios en cualquier parte del mundo que se requiriera no debía ser restringido por ningún motivo. Que fluyeran las mercancías, las inversiones, las marcas a todas partes del mundo de manera libre ayudaría a disminuir la desigualdad, a crear oportunidades y a sumar a todo el planeta en una misma causa: el desarrollo económico.

Aunque este proceso viene de unas décadas atrás, no fue, sino hasta hace unos 25 años que tuvo nombre y logró ser identificado por el grueso de la población. Igualmente, la internet y, en general, las tecnologías de la información y comunicación jugaron un papel decisivo. Pero, parece que estamos ya en una nueva etapa en la historia política de los modelos económicos.

Nearshoring

Hoy el mundo ha cambiado; algunas potencias como China y Rusia han empezado a generar apreciaciones que conducen a una especie de “reversa” a las ideas de la globalización. Marcas multinacionales que emplearon la mano de obra china, que decidieron maquilar en la India o en Indonesia para luego vender sus productos en América Latina, por ejemplo, empiezan a decir “eso ya no es tan conveniente”. Lo que hoy conviene más es el “Nearshoring”, palabra con la que se designa la estrategia de acercar la producción al territorio donde se planea su consumo. En pocas palabras, ya no hay que apostarle tanto al “made in China”.

Nos acostumbramos, desde hace al menos dos o tres generaciones, a ver en las etiquetas y empaques de todas las mercancías que estaban hechas en países tan remotos como Japón, China, Taiwán, etc. Se volvió lo más normal: en cualquier juguete, aparato electrónico o prenda de ropa se podía leer eso de Made in Indonesia, por ejemplo, aunque la marca fuera estadounidense o alemana. Eran los tiempos de la globalización y el mercado europeo o americano (los más demandantes) estaban llenos de esos productos maquilados al otro lado del mundo.

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Hoy, ese otro lado del mundo empieza a verse con recelo. “Han crecido mucho esos chinos” o “tienen mucho poder esos rusos” parecen los razonamientos americanos y europeos. Bajo esta lógica se empieza a consolidar la idea de que es mejor (en términos de planear la producción) asentar las plantas productoras lo más cerca posible del mercado final. Esto es justo lo contrario del offshoring que alentaba llevarse las plantas maquiladoras a donde hubiera mano de obra barata y recursos naturales o marcos legales más flexibles.

Reacomodo post-globalización

La pandemia o al guerra de Ucrania mostraron los niveles elevados de dependencia de muchas cadenas productivas que, sencillamente, se detuvieron porque un país no producía dado que estaba en cuarentena y no surtía la materia prima para cualquier mercancía que estaban demandando en el cono sur o en otra parte del planeta.

Estados Unidos es el mayor importador del mundo y México es su país vecino. Muchas empresas que apuesten por el Nearshoring verán en nuestro país una tierra donde asentarse. Eso, sin embargo, va a acarrear grandes presiones a nivel político (para facilitar los asentamientos), ecológico (para hacer uso de los recursos naturales), demográfico (para satisfacer la necesidad de mano de obra), educativo (para orientar la formación, según los requerimientos productivos), entre otros.

Se viene un reacomodo post-globalización y a nuestro país le ha tocado estar en el mayor mercado del mundo, el norteamericano. Así que debemos ver las consecuencias de esta nueva etapa y saber que, cuando se trata de generar riqueza, el ser humano no siempre queda en primer orden de atención.