Sálvese quien lea

El cuaderno verde del Che La historia (contada por Paco Ignacio Taibo II en el prólogo del libro) es por demás singular: la mochila, recuperada poco antes de que Ernesto Che Guevara fuera asesinado, contenía unas agendas con los diarios del revolucionario… y un cuaderno verde. Las primeras contenían el diario de Guevara, por lo […]

El cuaderno verde del Che

La historia (contada por Paco Ignacio Taibo II en el prólogo del libro) es por demás singular: la mochila, recuperada poco antes de que Ernesto Che Guevara fuera asesinado, contenía unas agendas con los diarios del revolucionario… y un cuaderno verde. Las primeras contenían el diario de Guevara, por lo que se volvieron una codiciada fuente de información; clandestinamente fueron copiados, publicados y vendidos por millares, y cuando los originales iban a ser subastados, el gobierno boliviano intervino para recuperarlos. Todo un merequetengue. En cambio, no se supo nunca nada del librillo esmeralda.

Afortunadamente para los entrometidos e indiscretos, como a veces peca quien esto escribe, llegaron a manos de Taibo II unas fotocopias de dicho material. Tras cotejar los manuscritos copiados, Taibo se dio cuenta de que efectivamente era la caligrafía del Che. ¿Qué contenían dichas páginas? Poemas, sin autor, sin orden alguno. Tras una fructuosa búsqueda, Taibo descubrió que los 69 poemas pertenecían a cuatro grandes autores de la lengua española: Nicolás Guillén, Pablo Neruda, César Vallejo y León Felipe.

Desde luego, los poemas son una arbitraria selección; no podemos calificarla más que en función de suposiciones: ¿Guevara los eligió por lo que vivía en esos momentos? ¿Por lo que sentía? ¿Le recordaban algo, o a alguien? En fin: nunca lo sabremos. Lo único que tenemos cierto es que el tono enérgico y religioso de León Felipe, la veta amorosa y socialista de Neruda, la musicalidad y el ritmo caribeño de Guillén y el vanguardismo sonoro de Vallejo son verdaderas joyas de la poesía universal. O sea, el Che sí tenía un gusto poético refinado.