Pretender descalificar a la secretaria de Seguridad, por su añosa relación laboral con Genaro García Luna, es deleznable. Que se sepa, Maribel Cervantes nunca ha sido señalada o denunciada por conducta deshonesta o deshonrosa, su expediente laboral está limpio. Ya de suya la encomienda que tiene a cuestas es en extremo complicada, sanear a una policía que su pudrió durante décadas de corrupción, incompetencia e impunidad, denigrarla con conjeturas es canalla y un tanto imbécil.
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Las críticas sobre el gobierno de Tlalnepantla son demoledoras, particularmente desde la izquierda. Lo menos que le dicen sus detractores al alcalde Raciel Pérez es que es un incompetente que no ha podido cambiar en nada la realidad social en el municipio. Hay una especie de encono en su contra de aquellos que alguna vez fueron sus compañeros de partido o de luchas políticas. De todo lo que se le señala lo único fácilmente comprobable es su muy bajo perfil que no corresponde al de un hombre que gobierna una de las 10 principales ciudades del Estado de México.
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En la secretaría de Desarrollo Agropecuario hubo cambio de titular hace unas semanas, pero nada ha cambiado, todo sigue igual, quizá peor. La llegada de la exdiputada Rocío Díaz Montoya no alteró nada, ha sido testimonial, todo camina por conductismo, pero las políticas públicas son las mismas y los resultados iguales. El sector económico más vulnerable, no ve para cuándo la perspectiva cambie.
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Alguien debería recordarle a Ricardo Moreno que llegó a ser senador por obra de la casualidad y de la mano de su mentor, el subsecretario Horacio Duarte, pero sus méritos políticos son muy pobres y carece de base y proyecto social. Nunca ha ganado una elección y así como va se ve en chino que algún día la gane. Muchos en MORENA son como nuevos ricos, de esos que se ganaron la lotería. Son los peores.
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El ánimo social está muy crispado y con justa razón. Los problemas del Estado de México son mucho más graves que las pintas en el Aula Magna de la UAEM, ciertamente injustificables como una acción de universitarios, pero insuficientes para pretender deslegitimar la protesta social que tiene que encontrar cauces de salida o explotar.