El poder de convocatoria de Eruviel en la elite priista es notable: su boda fue un evento
privado con tintes de convención política. Parece que, contra lo que se imaginaba, al cierre
de su gobierno él está en ascenso. El presidente y la mayoría de su gabinete, Alfredo del
Mazo, cardenales, obispos, empresarios, gobernadores, exgobernadores, senadores,
diputados, ministros, magistrados, artistas y hasta López Dóriga. No fue un evento discreto
ni sencillo, como se había dicho; eso sí, fue una fiesta de ricos y poderosos. Los únicos
pobres que asistieron a la boda fueron los hombres y las mujeres del servicio de limpieza,
meseros, cantineros, choferes, acomodadores de autos y guaruras.
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El movimiento de resistencia civil pacífica que se opone a las obras viales –en la única
entrada a Toluca por el oriente, justo frente al más grande centro comercial de la ciudad– es
legítimo y participa en él mucha gente con buena intención; pero, como siempre, hay quien
intenta sacar raja política. En este caso, agitadores ligados al PRD (en particular a Juan
Zepeda) se han metido como moho contaminando la causa que tanta simpatía popular había
logrado.
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Apenas han pasado tres semanas de las elecciones y el tema ha dejado de tener relevancia
en la colectividad. La gente ha perdido rápido el interés; los medios –al menos la gran
mayoría de ellos– lo han sacado de su agenda de prerrogativas. Muy pocos hablan –incluso
ni se enteran– del litigio para reclamar la anulación de las votaciones. Un sector enorme de
la población asume que Alfredo del Mazo es el siguiente gobernador. PAN y PRD han
desaparecido; sólo Morena mantiene viva su gira, que más que de protesta parece de
promoción para 2018. En el IEEM nadie habla. Las elecciones más caras de que se haya
tenido memoria han pasado a la historia.
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Para tener alguna posibilidad de competencia real, el candidato del PRI a la presidencia de
la república en 2018 requiere que el Estado de México le aporte una cuota de votos no
menor a tres millones, lo que se ve en chino. En sus épocas de gloria (después de haber
arrasado en 2011 con tres millones 18 mil votos para ganar la gubernatura), Eruviel pudo
darle a la candidatura presidencial de Enrique Peña dos millones 293 mil votos. Ahora, el
reto es mayor; por eso será inevitable el relevo de toda la estructura de la dirigencia estatal
y el replanteamiento del modelo de activismo político y operación electoral.
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Todo el mundo se pregunta ¿dónde está Erasto? Y es que el principal operador financiero
del eruvielismo desapareció de la escena política tan pronto pasaron las votaciones (en las
que a él particularmente le fue muy, pero muy mal, perdiendo todo lo que le tocaba). El
hombre que alguna vez fue considerado como el vicegobernador se ha vuelto una especie
de apestado político al que pocos quieren dirigirle la palabra y del cual muchos hacen
escarnio ante su tropiezo.