Sin trabajo y con una familia que mantener, esta es la historia de Lucía

A esta situación se enfrentan cientos de familias en la ciudad, en donde hay 28 mil 353 personas desempleadas

“Deme trabajo de pintar casas o deme un apoyo para darle de comer a mis hijos mi telef. 7224240525”, se lee en la cartulina que sostiene Lucia Hernández. Ella era una obrera que al igual que su esposo, perdió su empleo después de la crisis que dejó la pandemia. Por ello, sale a recorrer las calles de Toluca para encontrar opciones de empleo o juntar algunas monedas que le dan los automovilistas.

A esta situación se enfrentan cientos de familias en la ciudad, pues en Toluca hay 28 mil 353 personas desempleadas. De acuerdo con el Inegi, en el segundo trimestre del año, la desocupación, la informalidad laboral y la subocupación crecieron en la capital mexiquense, que se ha convertido en la séptima ciudad con la mayor tasa de desempleo del país.

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Lucia está –casi siempre– de 6 a 8 horas en Alfredo del Mazo, pero decidió acercarse a Lerdo y Avenida de los Maestros, para intentar juntar más dinero. El pasado martes apenas reunió 100 pesos, pero se los dio a su hijo que estudia la preparatoria, para que pagara sus pasajes.

Acceso a la educación y a vivienda, las principales preocupaciones de Lucía

Los sueños y a la vez preocupaciones de la madre trabajadora son que sus dos hijos estudien; además tener acceso a una vivienda y que ella o su esposo -con sus 47 y 48 años- puedan tener un empleo con seguridad social.

“Sí he trabajado en empresas, pero a veces te tratan de la fregada. Estuve trabajando en una empresa, pero ahí no me daban Infonavit y yo lo que necesito es el Infonavit también para tener una casa porque eso de pagar renta y renta, ya estoy hasta el cuerno, ya hasta me dan ganas de vivir en la calle”, expresa.

Pagar mil pesos al mes de renta, en un alejado rincón de San Cayetano Morelos, es muy complicado para Lucía, pues sus ingresos no rebasan los 500 pesos en el mejor de los días. La situación se complica porque la ubicación de su hogar hace más costoso el traslado en transporte público que realizan con su familia.

La posibilidad de acceder a una vivienda propia es aún más distante. Si se toma en cuenta que las viviendas en Toluca tienen un precio promedio de un millón 623 mil pesos; pero la mayoría de la población en la ciudad tiene un salario promedio de $243 pesos, de acuerdo con datos actualizados del IMSS hasta el 24 de agosto. Esto significa que tendría que destinar su sueldo completo por 18 años para adquirir una propiedad.

“Todavía debíamos la renta de este mes; nos faltan 160 pesos. Tuve que ir dando de a poquito en poquito. Decirle a la señora que me diera oportunidad, que todos necesitamos. Vivimos al día y ya se nos viene el otro mes”, recuerda Lucia, quien tuvo que tomar de la renta para pagar la inscripción de su hijo en una preparatoria de San Martín, que costó 1040 pesos.

El desempleo

“Nosotros no pedimos por pedir. La verdad, si nos cae un trabajo de pintar, o sacar un escombro o cortar pasto, pues nos vamos a hacer el trabajo. Es lo que queremos, trabajar”.

Lucía explica que su vecina -quien se dedica a ser payasito- le dio la idea durante la contingencia para que con cartulinas salieran a buscar alternativas, pues su esposo fue despedido de la fábrica donde laboraba.

Inicialmente, su cartulina ofrecía pintar casas y cortar el pasto, pues contaban con una desbrozadora, que les facilitaba el trabajo. Sin embargo, hace unos meses se descompuso y terminó en el fierro viejo a cambio de unos pesos.

Debido a la precariedad económica, Lucía y su esposo no pueden comprar una nueva, pues cuesta 2 mil pesos. Su labor solo se limita a pintar y ver opciones de empleo en las calles de Toluca.

“Ahorita, él buscó un trabajo y mañana a ver que le dicen. Va a dejar la solicitud, si se queda bendito sea dios”.

El regreso a clases

“Mi hijo acaba de entrar en la prepa. Para el otro año mi hija sale de la secundaria, quiere estudiar enfermería, y cómo voy a salir adelante”.

En las condiciones de los hijos de Lucia y José Luis, el derecho a la educación gratuita está lejos de cumplirse. El próximo lunes su hija regresa a clases y deben comprar dos uniformes que costarán más de lo que suelen ganar en tres días.  

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“¿Mil pesos de dónde? Tendría que salir, pintar una fachada, ganar unos 600 y ya tendríamos para comprar el uniforme. Son 1200 de los dos, ahorita lo necesita para el lunes, si no, no la van a dejar a entrar. Sí, es imposible, ni modo que me ponga a robar”, expresa mientras suma más gastos.

El libro de 180 pesos de su hijo, 44 pesos para darlo de alta en el seguro, los 100 para sus pasajes y los 600 pesos de la inscripción en la secundaria de su niña –que por esta ocasión pagarán con tres días de faena en su escuela– son los gastos que debe solventar.

 “Es un dolor de cabeza, hasta uno se siente mal” concluye, mientras vuelve a levantar su cartulina sobre la banqueta para que los vehículos la observen por los segundos que dura el semáforo.