8M | Marea verde y morada inunda Toluca

No había madres, hijas, esposas, novias, profesionistas, radicales; lo que se veía eran hermanas

Las calles de Toluca se pintaron de morado, verde y negro, gracias a los cientos de mujeres que salieron a marchar y gritar por las que ya no están o no pueden.

Una vez más, el 8 de marzo fue testigo de la sororidad; carteles, música, risas se observaban por las avenidas principales de esta ciudad.

Las más pequeñas agarradas de las manos de sus madres con leyendas en sus espaldas, «¡No voy a crecer con miedo!». Unas más se acoplaron rápidamente a la marcha y se les veía gritar.

Momentos antes de avanzar en la concentración del Parque Simón Bolívar se veía a los colectivos preparar sus carteles; no faltaron los pequeños grupos o las mujeres que llegaron solas, seguras de que se les iba a acuerpar.

Feministas en el Parque Simón Bolívar
Colectivos reunidos en el Parque Simón Bolívar. /Foto: Uriel García

No había madres, hijas, esposas, novias, profesionistas, radicales; lo que se veía eran hermanas.

A diferencia de otros contingentes, aquí solo se les invitaba a los hombres a no acercarse. Aunque la presencia de las encapuchadas imponía, no hicieron pintas o iconoclasia; el edificio de Rectoría salía ileso con este primer grupo.

Partieron rumbo a Palacio de Gobierno; “Que tiemble el Estado, los cielos, las calles… Cantamos sin miedo, pedimos justicia. Gritamos por cada desaparecida, Que resuene fuerte ‘¡nos queremos vivas!’”, se escuchaba.

Los locatarios que alcanzaron a ver que se acercaba la marcha comenzaron a cerrar sus cortinas: en Los Portales hasta les dieron chance a los globeros de meterse; esperaban violencia y no se las dieron.

El ambiente emocional logró que las más fuertes, las radicales, se quebraran; abrazan a aquellas mujeres con rostros de miedo, con las lágrimas visibles. Abrazaban a las policías que fueron utilizadas como escudos, al tiempo que gritaban “¡pinche gobierno!”.

Recodaron los nombres de las víctimas de feminicidio, muchos de ellos se mencionaron, pero cuando escucharon el de Fátima no aguantaron; voltearon a su memorial, colocado a un lado del Poder Judicial, y levantaron su puño. Corearon ‘¡justicia, justicia!’.

Un aire de color morado y verde anunciaba la llegada de las mujeres a Palacio de Gobierno, el que ya estaba blindado completamente por policías estatales y vallas metálicas.

Un pequeño grupo comenzó a gritarle a los oficiales «¿por qué cuidas un edifico, pero no cuidas de las mujeres?». Los ánimos se iban calentando, al punto que comenzaron a quitar la barrera de metal.

Los policías quedaron expuestos a la furia femenina; les arrojaban agua, pintura y les pegaban en los escudos.

Al fondo, el grupo radical anunciaba su presencia con pintas en edificios públicos. Corrieron con martillos y bates en manos a los hombres. Finalmente, llegaron a las afueras de la Cámara de Diputados, donde se posicionaron y autollamaron transfóbicas. Expusieron además los nombres de las diputadas morenistas que buscan apoyar a esta comunidad, Mónica Álvarez Nemer, Karina Labastida y Anaís Burgos; no había nombres de legisladoras de otros partidos.

Casi cuatro horas habían transcurrido desde que inició la marcha y comienzan a desaparecer las mujeres poco a poco; fueron pocas las que se quedaron a escuchar el discurso de las radicales.

Poco a poco la ciudad recobraba su ritmo; ya no eran gritos ni canciones, el ruido de los camiones y los coches se apoderaba de las calles. Los grupos comienzan a verse dispersos, unos caminando otros en las paradas.

Así fue como Toluca fue testigo de la sororidad del 8M.