Cuando las instituciones se desvanecen

Esta semana la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) y el Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM hicieron público un informe que llama la atención sobre un fenómeno muy grave en el país: en los últimos tres años los casos de linchamiento en territorio nacional muestran una tendencia creciente; han pasado de representar […]

Esta semana la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) y el Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM hicieron público un informe que llama la atención sobre un fenómeno muy grave en el país: en los últimos tres años los casos de linchamiento en territorio nacional muestran una tendencia creciente; han pasado de representar casos aislados a ser ya una práctica recurrente.

De acuerdo con las cifras reveladas en este Informe Especial sobre Linchamientos en el Territorio Nacional (se puede consultar en: http://www.cndh.org.mx/sites/all/doc//Informes/Especiales/IE_2019-Linchamientos.pdf), en el periodo 2015 a lo que va de 2019 la prensa ha reportado 403 casos de linchamiento. Este número incluye lo que se clasifica como “intentos de linchamiento”, en donde la víctima sólo registra lesiones; y los que se clasifican como “consumados”, en donde pierde la vida quien es objeto de la acción.

Llama la atención que la metodología empleada por quienes elaboraron el informe sea dar cuenta de los casos a partir de reportes de prensa, pues ello vuelve evidente que no hay mecanismos o medios institucionales para contabilizar los casos. Igualmente es notorio que de los 188 municipios en los que se presentaron los 336 casos en el periodo 2015-2018, el que tuvo más casos sea Ecatepec, en el Estado de México (28) y que haya otros municipios mexiquenses en esta nada honrosa lista, como Naucalpan (7), Chalco (5), Nezahualcóyotl (4), Acolman (3), Valle de Chalco (3), Toluca (2), Ocoyoacac (2) y Tlalnepantla (2), entre otros.

 

Hace exactamente un año escribía yo en este espacio que era de llamar la atención cómo habían proliferado las mantas colocadas en muchas colonias con lo que llamé “auténticos manifiestos de ausencia de autoridad e institucionalidad estatal”: porque en ellas la gente advierte estar cansada de robos, secuestros y extorsiones, así que le avisan a los presuntos delincuentes: “si te agarramos, te linchamos”.

 

Lo dijimos entonces y se puede repetir ahora: tales mantas son muy seguramente colgadas con fines disuasivos contra las acciones delincuenciales y, quizá, derivadas de acuerdos vecinales en torno de una problemática común, pero la realidad es que las mismas se convierten en un claro desconocimiento de las leyes y en una manifiesta evidencia de la falta de autoridad para estos vecinos, un deslinde del Estado de Derecho y un posicionamiento abiertamente vindicatorio.

Recuérdese que la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos consigna en su artículo 17 que nadie puede hacerse justicia por propia mano, pero en las mantas que comentamos la advertencia es clara al sentenciar que no se entregará a las autoridades a quien sea sorprendido delinquiendo, sino que será linchado.

En este sentido, tomar la justicia en propia mano es un acto de rebeldía, de desconocimiento de las leyes y de la autoridad encargada de hacerlas valer. Y, al mismo tiempo, los linchamientos se aparecen como pequeños espacios, espontáneos y efímeros, en dónde el Estado se ausenta, las instituciones se desvanecen para dar paso a la “justicia por propia mano”.

Los linchamientos son un acto revolucionario, son una acción que anula lo que dio origen al Estado cuando se determinó expropiar el conflicto privado para someterlo a la organización política; son un acto en contra de la expropiación del conflicto privado que da origen a la organización política que presupone el nacimiento del Estado moderno. Dicho de otra manera: la prohibición de la actividad vindicatoria o de venganza es un principio básico para la existencia del Estado, así que con cada caso de linchamiento (y también de ejecución, sobre todo si la misma no es castigada penalmente) estamos dando un paso atrás en las condiciones para la existencia del Estado y las instituciones.

En este sentido no es un dato menor el que la CNDH confirme que los casos de linchamiento en el país han crecido exponencialmente en los últimos años. Yo hace una año decía que esas mantas que se multiplicaban advirtiendo de que se iba a linchar a los delincuentes quizá no habían sido acompañadas de un suficiente número de casos de linchamiento como para que llamaran la atención “en serio” sobre su significado profundo. Sin embargo, hoy los datos confirman que sí están creciendo los linchamientos y debe reconocerse que los mismos son actos subversivos en el sentido más profundo del término; representan actos de abierta rebeldía contra la autoridad. Este fue, por ejemplo, el marco en el que surgió el movimiento de autodefensas en el vecino estado de Michoacán hace algunos años y que impactó internacionalmente por el modo en que la gente se rebeló.

Este es el tipo de consecuencias de que la autoridad se desvanezca, que siga tan ausente y por esa razón la gente se vea en la necesidad de decirle “no te reconozco más”. Y debe ser tomado como un claro síntoma de que las cosas necesitan moverse, alterarse, encontrar nuevos causes de organización, legitimidad y convivencia, porque en las condiciones actuales ya no está funcionando. Este es un tema mucho más profundo de lo que se puede plantear diciendo que el problema de la inseguridad se resuelve poniendo más focos o más cámaras de videovigilancia; es un tema de legitimidad del Estado y su orden institucional.