Días de fe: Chalma

Días de fe: Chalma
Semana Santa es de las fiestas más importantes que ahí se celebran año con año

La solemnidad de un ritual católico en México no puede entenderse sin la algarabía y colorido que las comunidades del país le imprimen a estas festividades. Semana Santa no es la excepción y el Santuario del Señor de Chalma es una buena muestra de cómo la religiosidad se amalgama con la verbena.

El Santuario del Señor de Chalma es uno de los destinos religiosos más importantes de México (ocupa el tercer o cuarto sitio, según la lista que se consulte). Junto con el día de la Epifanía (6 de enero), miércoles de ceniza, el primero viernes de Cuaresma, la fiesta de Pentecostés, el día del Señor de Chalma (1º de julio) y el 25 de diciembre (Navidad), Semana Santa es de las fiestas más importantes que ahí se celebran año con año. Durante esta celebración católica, las peregrinaciones toman camino para visitar al Señor de Chalma y agradecerle algún favor recibido, pagar una manda, o pedir un milagro.

El trayecto para llegar ahí inicia seis kilómetros antes, en El Ahuehuete.

Primera estación

La estación manda que quien visita Chalma por primera vez, debe tener un padrino que le obsequie una corona de flores (en otros tiempos, cuando los habitantes de esa localidad veían a alguien con ese distintivo floral, lo convidaban a sus casas para que repusiera fuerzas y continuara su jornada a Chalma); después debe bailar frente al Cristo cuyo santuario está en la explanada del parque del Ahuehuete y, antes de emprender el camino a Chalma, ha de bañarse en las aguas que brotan de ese árbol legendario.

Puesto que es el punto de partida para quienes desean cumplir con el ritual, el parque que resguarda el Ahuehuete y sus respectivos manantiales recibe muchos visitantes (de 14 a 16 millones de peregrinos recibe anualmente). Sin embargo, de acuerdo con personal de Hiti (asociación que asumió el cuidado de esta zona), la cantidad de paseantes este año disminuyó. Pero aunque haya menos gente, la huella de su peregrinar es innegable: 3 toneladas de basura se generan durante los días, esto solo al interior del parque; las riñas entre grupos que no pueden ser controladas por los dos elementos de seguridad que envió el municipio también son impronta de ciertos caminos que recorre la fe.

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Los chapuzones en el agua de los manantiales forman parte del recorrido: los niños nadan ahí por diversión; algunas personas de la tercera edad se sumergen en ellas por los efectos milagrosos que se le atribuyen a estos cuerpos de agua.

En la explanada del parque quedan algunos rastros tangibles del fervor: flores que se cayeron de las coronas, agua que escurrió de los bañistas al salir de la superficie, vasos de cerveza, fruta fermentada, bolsas de plástico, envolturas. Estos indicios también se observan en las orillas de la carretera y se complementan con platos de comida a medio terminar, un manjar para los canes que se encuentran en el camino.

Es en el viejo Ahuehuete, Patrimonio de la Humanidad, donde comienza el recorrido hacia Chalma. Seis kilómetros separan los manantiales milagrosos del Santuario.

Segunda estación

Una vez purificados, los peregrinos se enfilan, cuesta arriba, al Santuario de Chalma. El sendero que marcan los pies de los caminantes no va derecho, pero sí es firme y constante, no importan el cansancio, la resaca temprana, los zapatos desgastados o incomodos; no importan el calor sureño de la primavera, el hambre o el peso de las cruces que llevan sobre los hombros.

En el trayecto se deja todo lo que ya no vale la pena cargar, en sentido literal y figurado.

Jóvenes, viejos, mujeres, varones que llevan a niños sobre los hombros, como emulando a San Cristóbal. De las lomitas que se asoman por la carretera emergen los peregrinos, cuya andanza se apoya en los cayados que impiden que sus pies resbalen.

Los seis kilómetros que hay del Ahuehuete a Chalma se convierten en cinco, en dos. Las filas de autos, los camiones, los puestos de comida, el cigarro, las palanquetas, el olor a solventes, a michelada, a pan horneado, a sudor que se produce el camino… El aire que huele a todo eso junto, las personas que preguntan por la entrada al santuario son las señales de que, después de dos horas de caminar, al fin se ha llegado al sitio deseado.

Tercera estación

Llegar a las puertas del Santuario del Señor de Chalma, no importa cómo o en qué estado. La cosa es llegar y agradecerle a Dios, o pedirle un favor o algún milagro.

Durante el Viernes Santo no se ofician misas en Chalma y, a pesar de eso, personas en muletas, en sillas de ruedas, con bastones transitan por un camino empedrado y se abren paso entre toda la gente que ya quiere estar frente al altar. Un cuerpo policial de 700 elementos resguarda a los visitantes. Dice la policía estatal que en los días de Semana Santa se esperan 15 mil peregrinos; los siete guardias privados que vigilan la seguridad dentro del templo expresan que son 10 mil al día.

Al estar frente al altar, las personas lloran, oran, piden a Dios que cuide a quienes aman. Este encuentro dura apenas unos segundos porque hay que dejar que los demás también tengan su momento con Dios en la Tierra. Los que entran de rodillas sienten alivio al ponerse de pie y su confort es doble cuando ingresan a la zona de confesionario, donde uno de los cinco sacerdotes esparce agua fresca y bendita entre los fieles.

Los novicios agustinos se encargan de guiar el viacrucis que sale del Santuario con rumbo a la Capilla de Los Manantiales. El recorrido, cuya duración se estimaba en dos horas “porque luego hay mucha gente y no se puede pasar”, dura apenas la mitad del tiempo previamente calculado. Cincuenta personas, aproximadamente, acompañan el trayecto.

“Este año hay menos gente que en años anteriores”, dice uno de los guardias privados que labora en el templo, “y pues tal vez sea por el precio de la gasolina, o vaya usted a saber. La gente deja de venir por diversos motivos”.

Una vez que se recibe la bendición, es momento de convivir en el atrio, en la zona de comida o en los manantiales que quedan afuera del Santuario. Personas provenientes de Naucalpan, Atizapán de Zaragoza, Iztapalapa, Xochimilco, Nicolás Romero, El Ajusco, Ixtapaluca, por mencionar solo unos sitios de donde provienen los peregrinos, se guarecen del sol quemante dentro de las casas de campaña que han instalado en el atrio. Algunos peregrinos que llegaron a pie salieron desde el miércoles, “nos hicimos tres días desde Naucalpan hasta acá. En La Marquesa nos encontramos con otros compañeros que también venían a Chalma”, cuenta un visitante.

Fuera de desmayos, golpes de calor, deshidratación, personas que sufren de presión arterial, durante estos días de Semana Santa no ha habido mayores percances de salud, comenta un grupo de cuatro paramédicos instalados en una de las habitaciones de la hospedería para peregrinos que está unida al Santuario.

El aire que huele a todo es un distintivo de Chalma en Semana Santa, pero también el suelo que lo sustenta todo: las mantas que pone la gente para descansar y no quemarse la espalda con el calor que parece emanar de las entrañas de la tierra, las rodillas de quienes pagan una manda, las muletas, los bastones, los residuos de algún lunch, los perros que se atajan el sol en alguna sombra; aquí también aparecen los indicios florales y de sustancias con las que robustecer la fe. Unas líneas de cocaína se preparan en los márgenes del atrio y más afuera mojarras, pollos, sopes, caldos de camarón son cocinados por los comerciantes instalados a poca distancia del Santuario.

Chalma quiere decir “cueva que está a la mano”. Quizá de manera inconsciente los peregrinos lo sepan y por eso consideren a este sitio como un lugar factible para reunirse y acompañarse año con año durante el tiempo que dure el trayecto hasta el templo.

Después de la bendición, los agradecimientos, las peticiones, el tiempo de natación y de comida; después de volver los pasos por el pasillo donde se venden dulces típicos, imágenes religiosas, rosarios, medallitas y hasta tierra bendita de Chalma, los peregrinos saben que el momento de volver a casa ha llegado.

Cuarta estación

En los días de fiesta volver a la superficie en Chalma es sinónimo de encontrar múltiples rutas de transporte público para que los peregrinos vuelvan a su sitio de origen.

Entre el mar de residuos que quedan en las calles, entre los olores que se amontonan en la nariz, se escuchan las voces de los operadores de camiones que anuncian las próximas rutas: Taxqueña directo – Metro CU – Ajusco (120 pesos), Toreo (130 pesos), Observatorio (125 pesos), Toluca (60 pesos) son las corridas más anunciadas en una terminal improvisada en un baldío ubicado sobre la calle principal. Según la demanda, las rutas salen cada media hora.

Algunos peregrinos se alistan ya para volver el próximo año. Una de las peticiones fue tener salud para regresar y hacerlo así hasta que sus pasos terminen, y, en caso de que no se les conceda volver, habrá amigos y personas queridas que volverán en su nombre en otro Viernes Santo.