El aeropuerto, la rebelión contra los expertos

Una de las figuras de la ciencia más mediáticas en las últimas décadas fue Stephen Hawking, un físico teórico que trabajó ampliamente sobre los hoyos negros en el espacio y su radiación; pero su presencia mediática también obedece al activismo a favor de la ciencia que tuvo a lo largo de su vida. Murió en […]

Una de las figuras de la ciencia más mediáticas en las últimas décadas fue Stephen Hawking, un físico teórico que trabajó ampliamente sobre los hoyos negros en el espacio y su radiación; pero su presencia mediática también obedece al activismo a favor de la ciencia que tuvo a lo largo de su vida. Murió en marzo del presente año, pero en su última conferencia hizo una advertencia en el sentido de que en el mundo estaba en curso una "rebelión global contra los expertos", lo cual le llevaba a decir que la ciencia y la educación se encontraban en un grave riesgo.

La expresiones de esta rebelión contra los expertos se encuentra, por ejemplo, en desatender los llamados a detener el cambio climático diciendo que no hay tal cosa y que es un mito; o rechazar el uso de las vacunas por creer que las mismas causan autismo en los niños (en ambas cosas cree, por cierto, el sr. Trump, actual presidente de los Estados Unidos).

Es evidente que en nuestro tiempo hay tal cantidad de información circulando en plataformas tan disímbolas (tv, prensa escrita, libros, radio, redes sociales, Internet en general) que resulta cada vez más complicado identificar lo que cabría en la expresión "los expertos". Hasta el final del siglo XX, las barreras para publicar algo eran muchas y muy férreas: no cualquiera tenía acceso a un micrófono, una cámara, a las páginas de un diario, o de una revista. Igualmente, publicar un libro o un artículo en alguna revista científica ha implicado siempre la nada sencilla tarea de librar el visto bueno de los editores.

Sin embargo, a partir de la popularización de las handycam, luego la Web 2.0 y finalmente la masificación de los smathphones, esas barreras casi se diluyeron. No sólo millones y millones de personas pueden producir un contenido (desde un video hasta un blog, pasando por una transmisión en vivo o un simple tuit) sino que su potencial impacto es impredecible: puede llegar sólo a su red de amigos en Facebook, pero igualmente puede hacerse viral y dar la vuelta al mundo. Es lógico que en este marco a la gente le cuesta más trabajo distinguir entre verdad y mentira, entre lo real y lo fake, entre la opinión del experto y la del "sabelotodo"

La nuestra es una época en la que ya no sólo los profesores enseñan, ya no sólo los periodistas informan y ya no sólo los expertos explican. Esto tiene consecuencias a muchos niveles, pero una muy visible está relacionada con el ejercicio de gobierno, las políticas públicas y las elecciones. Para nadie es un secreto que la implementación de políticas neoliberales en el mundo entero estuvo marcado por la Tecnocracia: el gobierno de los expertos (sobre todo economistas), que ofrecían la solución técnica a muchos problemas que han aquejado al mundo desde hace tiempo, como pobreza, violencia, ecología, etc. Y, sin embargo, sus magros resultados coincidieron con esa emergencia de los mares de información a la que nos hemos referido. Por esta razón es que muchos atribuyen la "ola populista" que se presenta en muchos países del mundo a ese descrédito de los expertos.

Hoy las voces de los expertos llegan a tener el mismo eco de quien desde un videovlog critica propuestas, o a quien desde twitter dicta la solución definitiva a los problemas del mundo. Hoy, cuando en nuestro país está en curso todo un debate acerca de si construir el aeropuerto en Texcoco es lo correcto o no, la pregunta es si la decisión debe tomarse con base en lo que digan los expertos o lo que diga la gente. Aunque eso lleva igualmente al tema de si un saber vale más que otro, porque el experto en aeronáutica dirá que se construya ahí, pero el experto en ecología advertiría sobre los daños irreversibles al ambiente, e igual ex experto en la vida cotidiana de la región (el campesino) podría decir que tiene derecho a seguir gozando de su entorno y a que se le pregunte si desea o no que la terminal aérea se construya en su región.

La rebelión contra los expertos es hermana de la sociedad de la información, está emparentada también con el debate sobre la verdad en los tiempos de las fakenews, y todo ello forma parte de la discusión sobre la jerarquía de los saberes, en donde la cuestión es si sabe más el diablo por viejo que por diablo, o si vale más la sabiduría que la expertise. Con todo y eso vamos como país a la consulta sobre el aeropuerto, un ejercicio inédito en el país, que lleva implícita la idea de que la gente común también tiene razones para evaluar una decisión de gobierno, lo cual hace mucho ruido a los conversos de la tecnocracia.