¿Finaliza era de Olvera en la Codhem?

Jorge Olvera está del otro lado del espectro en lo que hace a la esencia y origen histórico del ombudsman; no del lado de la población, sino de la autoridad

Transcurridos más de diez días, el escándalo por los abusos policiales cometidos en la sede de la Comisión de Derechos Humanos del Estado de México (Codhem) en el municipio de Ecatepec no se detiene. Varios medios de comunicación nacional mantienen vivo el tema y los videos y testimonios que siguen saliendo no hacen sino enturbiar (todavía más) el caso. No obstante que su titular, Jorge Olvera, ha tratado de deslindarse de los hechos y busca evitar que en la opinión pública se le identifique como parte del proceso que derivó en los abusos, no lo ha conseguido. Se mantiene en la opinión pública la sensación de que fue él quien pidió a la Fiscalía estatal el desalojo de sus oficinas y vale la pena preguntarse: ¿es este el principio del fin de su paso al frente de la Codhem?

Hace unos días, en El Conversatorio de AD Noticias, Olvera García reiteró su versión de los hechos y dejó claras dos cosas: la primera, que él ve el asunto como una “equivocación de la ventanilla para el trámite”, porque –dice- no había en ninguna de sus visitadurías queja interpuesta por las activistas que tomaron la sede, porque no había antecedente de contacto alguno con el grupo que se hizo presente, porque sus demandas no eran algo que fuera competencia de la Codhem y porque, incluso, pudo haber en ellas la falsa idea de que se trataba de una sede de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH). Lo resumió en esta frase: “ellas pedían la destitución de tres funcionarios regionales… Esas eran sus peticiones, ninguna relacionada con la Codhem o alguna queja pendiente”. 

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La segunda cosa que dejó en claro es que la Codhem fue la que dio aviso a la Fiscalía sobre la toma de las oficinas y habría agregado en esa comunicación que existían varios delitos en curso y, el más relevante, estaba relacionado con la presencia de niños en la “toma” de las oficinas. Lo dijo así: “Había niños y eso es lo que a la Comisión de Derechos Humanos nos inquietaba y la Fiscalía coincidió. Entonces, el tema era que ellos las invitaran a salir, a desocupar el inmueble”. Si lo decimos sin los eufemismos que utiliza Olvera se expresaría así: le avisamos a la Fiscalía y dejamos que se encargara del asunto, lo cual podría hacer argumentando el uso de menores de edad en los actos y la flagrancia de los delitos.

Así es: nadie más que el personal de la Codhem sabía de la presencia de esos niños(as), así que necesariamente ellos fueron los que lo hicieron notar a la Fiscalía. No puede sostenerse que ellos hayan ordenado el desalojo, pues carecen de facultades para ello, pero sí se puede asegurar que fue el ombudsman mexiquense el que presumió la comisión de delitos (habló de flagrancia) y acusó la presencia de los menores, pero dejó el asunto en manos de la Fiscalía. Justo aquí es en donde reside el problema (y la responsabilidad que le toca): dada la actitud de las activistas (de no dialogar con la autoridad), era impensable que pudieran acceder si el Ministerio Público o la policía les pedían salir del inmueble. Dejar el asunto en manos de la autoridad encargada de perseguir los delitos era la mejor manera de conseguir que las cosas salieran de control, pues la intención de las activistas era tener posesión del inmueble para, con ello, hacerse visibles, hacer públicas sus demandas y tener una moneda de cambio para la negociación.


Nadie más que el personal de la Codhem sabía de la presencia de esos niños(as), así que necesariamente ellos fueron los que lo hicieron notar a la Fiscalía


Los abusos en el desalojo fueron tan relevantes que hasta el Gobernador Del Mazo condenó públicamente el actuar de la Fiscalía. Por consecuencia, Olvera García está en medio de una tormenta y, por más que se ha esforzado en efectuar un control de daños para salir bien librado, parece no estarlo consiguiendo. Desde el Congreso local se le va a llamar a rendir cuentas y se puede augurar que no será una comparecencia tersa ni “a modo”. Se le va a cuestionar y fuerte. Todo esto ocurre faltando menos de 11 meses para que termine el periodo para el cual fue designado al frente de la Codhem, con lo cual pueden verse muy claramente dos escenarios: el primero, que sea presionado a tal grado que deba dejar el cargo de manera anticipada; y, el segundo, que el próximo año, cuando esta misma legislatura valore la posibilidad de ratificarle en el cargo por un periodo más, este episodio será un gran obstáculo.


El paso de Olvera García por la Codhem no ha sido notable, al contrario, es claro que el organismo ha devenido a un pobre y declinante desempeño


El paso de Olvera García por la Codhem no ha sido notable, al contrario, es claro que el organismo ha devenido a un pobre y declinante desempeño: no sólo desde que la preside el señor Olvera ha disminuido el promedio anual de quejas tramitadas, sino que ha reducido en más de 80% el número de Recomendaciones que emite en un año: en 2017 fueron 35 (él llegó sólo para el último cuatrimestre) en 2018 cayó a 9, en 2019 también sólo 9 y en lo que va de este 2020 ha emitido únicamente cuatro. Olvera ha sido incluso objeto de una Recomendación por parte de la CNDH por la mala atención en un caso: a finales del año pasado se le dirigió la Recomendación CNDH 57/2018, en la que, en pocas palabras, le dicen que la Codhem no hace bien su trabajo.

Públicamente él ha cuestionado la razón de ser de las Recomendaciones por parte de las comisiones defensoras de derechos humanos. Ha dicho: “¿para qué recomendar? Hay que prevenir en lugar de recomendar”. Y hay una frase que condensa su manera de pensar la institción que encabeza: “si el fin de una Comisión es emitir una Recomendación, ciérrenla”. De hecho ha asegurado estar trabajando “para que no haya Recomendaciones”. 

Ya lo hemos dicho en anteriores ocasiones en este mismo espacio: la naturaleza del Ombudsman, institución de origen sueco o escandinavo, remite a fungir como “representante” del ciudadano y tiene como función proteger los derechos fundamentales de los miembros de una sociedad, a través de la observación directa de la actuación de las autoridades. Es decir, es un representante de la población, que tiene como razón de ser una función fiscalizadora del actuar de la autoridad. Sin embargo, el actual titular de la Codhem ha reiterado (lo hizo de nueva cuenta la semana pasada en El Conversatorio ya aludido) que él ve a la Comisión como “un coadyuvante que trata de eficientar la administración pública”. Es claro: está del otro lado del espectro en lo que hace a la esencia y origen histórico del ombudsman; no del lado de la población, sino de la autoridad. 

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Olvera se ha negado a lo largo de los últimos tres años a cumplir con una característica esencial de las Recomendaciones, que es individualizar la autoría de los actos violatorios de derechos humanos, ejerciendo una presión moral y social sobre los responsables para hacerse cargo de sus responsabilidades, restituir los derechos violentados, impedir mayores daños e incluso sancionar penalmente a las personas cuyas conductas son violatorias de dichos derechos. 

Se ha mantenido más bien alejado de la fuerza de recomendar, que reside en señalar con nombre y apellido al responsable de transgredir derechos, para que su comportamiento no quede sin castigo y que la institución a la que se encuentra adscrito tome medidas para evitar que el caso se repita. Paradójicamente ahora él es el que está señalado, en lo personal, de haber detonado la represión y haber ordenado el desalojo de las oficinas de la Codehm en Ecatepec hace un par de semanas. Si lo hizo o no, es lo de menos; la opinión pública no imparte justicia sino que asigna culpas y, en este caso, a él le va a tocar, quiéralo o no.