La Taberna del León Rojo

  En la historia de los pueblos hay lecciones que, lejos de dejar enseñanza, se repiten y nos dejan marcas que jamás se borran. De siempre se ha dicho que quien no sabe gobernarse a sí mismo, no puede gobernar a los pueblos y hay que advertir que los políticos son una especie rara que […]

 

En la historia de los pueblos hay lecciones que, lejos de dejar enseñanza, se repiten y nos dejan marcas que jamás se borran.

De siempre se ha dicho que quien no sabe gobernarse a sí mismo, no puede gobernar a los pueblos y hay que advertir que los políticos son una especie rara que no sabe gobernarse.

Por sus mentes repta el egoísmo, el odio, la codicia, la envidia y un sinnúmero de etcéteras, y basta repasar escenas recientes. Todos se dicen ser los buenos, el malo es el de enfrente. Nadie tiene cosas que ocultar, pero los de enfrente cargan un cúmulo de porquería en las espaldas.

Reflexionar sobre el valor del voto, en un momento en el que las instituciones se encuentran tan cuestionadas, pudiera parecer absurdo; sin embargo, lo absurdo es dar el voto a un candidato que intuimos que no sabe gobernarse a sí mismo. Eso es lo altamente estúpido, elegir un gobernante que no se sabe gobernar, que depende de otros, de un grupo, de un pariente, de los de siempre.

Es muy cierto el que se diga que los pueblos han sido víctimas de sus gobernantes, de aquellos hombres que, con trampa o sin ella, les han engañado miserablemente, y también es muy cierto que a nadie podemos culpar a excepción de nosotros mismos.

Cabría reflexionar, analizar a fondo al candidato o candidata, su conducta, lo que de él o ella se dice. Atisbar más allá de lo que sus enemigos comentan y sus corifeos replican incesantemente, tratar de asegurarnos de que no estamos ante una pléyade de mentirosos.

Ha llegado la hora de reflexionar, porque vamos muy mal. Nuestro estado está lleno de dolor, de miseria y de sangre y no debemos permitir que ello aumente al elegir a un mal gobernante, porque no vienen solos, tras de ellos hay grupos, mucha gente.

Debemos, de inicio, dejar de engañarnos por las bonitas promesas y los hermosos discursos de los políticos, quienes suelen tener brillantes intelectos y oculta corrupción moral y son propensos a mentir al prometer maravillas que jamás cumplirán.

Ésta es la trágica situación que tenemos. Unos dicen que son los buenos, los otros también. Nadie es malo, el malo es el de enfrente.

Habría que pensar en el miserable que vemos pasar a diario frente a nosotros, en aquel que no tiene para comer, o en nosotros mismos para dar un voto útil, que sirva.