La Taberna del León Rojo

  “Bien, el final llegó, aquí ha terminado todo y todo empieza de nuevo, hay que disimular, sonreír y festejar, aunque nos duela el alma”. Marcelino está embotado. Sus sentidos parecen no funcionar, aunque sus balbuceos mezclan el enojo y la resignación. “Ustedes, pendejos apestosos, disimulen, hay que apurarnos para tratar de ser parte de […]

 

“Bien, el final llegó, aquí ha terminado todo y todo empieza de nuevo, hay que disimular, sonreír y festejar, aunque nos duela el alma”.

Marcelino está embotado. Sus sentidos parecen no funcionar, aunque sus balbuceos mezclan el enojo y la resignación.

“Ustedes, pendejos apestosos, disimulen, hay que apurarnos para tratar de ser parte de la nueva historia y ayudar a reemplazar la historia de esta entidad de apariencia, de a mentiras, legal pero llena de injusticia”, grita Marcelino.

“Se han dicho ya las palabras de cada tres o seis años. Se habló de fraude, guerra sucia, intimidación, amenazas; también sonaron las frases que distan de lo que todos vimos: fue justa, no hubo fraude, somos inocentes, somos decentes, nosotros no tiramos cabezas de cerdo, mamá soy Paquito no haré travesuras, y demás bla, bla, bla…”, agregó.

Estoy cierto que los polos aparecieron, ya están ahí. Por un lado, el partido que considera que hubo serias violaciones y que, junto con universitarios y ciudadanos de todos lados, inicia el camino sin retorno en un país que no tiene vías paralelas.

Del otro lado, los del partidote que posan con su mejor cara – que no oculta lo intemperante de sus miradas –  para insistir que se debe dar la vuelta a la hoja y que el tercero de la dinastía ocupe el trono.

Les urge agilizar todo, mientras los indolentes consejeros “aguantan vara” ante el vendaval que exhibe sus miserias – no monetarias, por cierto -, y el sistema se empeña en retornar a su actividad. No pasó nada, ganó el que estaba destinado a ser el sucesor.

Es claro que el sistema se escuda en verdades falsas que le han servido para presentar una “armonía” inexistente y con ello asegurar que todo estaba presupuestado, que se cumplieron los pronósticos, lo que es festinado por centenares de mamadores de la ubre, algunos que se muestran con su rostros y nombre verdaderos, pero el grueso de esos bebedores del presupuesto prefieren seguir en los brazos anónimos de una mentira.

Al final del día, los mexiquenses somos los grandes estafados y lo malo es que ya lo sabíamos, aunque pensamos que la esperanza estaba en el aire porque la vimos en los ojos de otros que acudieron al ritual del sacrificio, pensando que no habría mentiras, que nadie escamotearía el voto.

La trampa inicio con el trueque de promesas, de mentiras. Pero el cálculo olvidó la autenticidad del pueblo que se ha manifestado contra la mentira de los profesionales del engaño, de los funcionarios de la fábula llamada democracia que usan la mentira como a una prostituta, sin atender al hecho de que se agota pronto, como la paciencia del pueblo, y eso es lo que nos está tocando ver.