Toluca, desde la perspectiva artística, no sería lo que es actualmente sin la presencia de Leopoldo Flores, quien nació el 15 de enero de 1934 en San Simonito, Tenancingo; Leopoldo Flores es un personaje que desde niño tuvo inclinación por las artes plásticas y cuya obra se ha arraigado en la ciudad como parte de su identidad.
Este artista, cuya trayectoria le ha valido el Honoris Causa por la Universidad Autónoma del Estado de México, en 2018, se arraigó en Toluca desde muy niño, pero la búsqueda de profesionalizar su trabajo lo llevó a estudiar, en la ahora Ciudad de Mexico, en la Escuela Nacional de Artes Plásticas del INBA (1953-1960) con maestros como Pablo O’Higgins, Santos Balmoriy Raúl Anguiano, tuvo una estancia en París, Francia, donde asistió a la Escuela Superior de Bellas Artes (1965-1967).
Deeni Flores, hija de Leopoldo Flores, cuenta respecto a los murales pancarta que hizo durante mucho tiempo, que el maestro tomaba su lienzo de manta y se lo ponía en la espalda; la gente le preguntaba qué iba a hacer y estaba dispuesta a ayudarle, afirma Deeni que era una manera de involucrar a las personas con su obra y hacer que la vivieran.
En el texto “Leopoldo Flores. Doctor honoris causa” de Inocente Peñaloza García se menciona que “en la época del happening, que consistía en pintar murales efímeros en calles y terrenos baldíos. Leopoldo Flores convocó a centenares de toluqueños a pintar la falda de un cerro (Coatepec ‘cerro de la serpiente’) y un graderío del estadio de la Ciudad Universitaria de Toluca (1976). Con esa obra, Flores inició una corriente llamada ‘arte abierto’».
Leopoldo asistía, en una especie de ritual, a reuniones en los portales de Toluca con los intelectuales de la época; cuenta Deeni que mientras conversaban él hacía dibujos en servilletas que después regalaba. En estas tertulias también se generaban proyectos, por ejemplo la apertura de salones del arte.
Aunque el diseño de El Cosmovitral es uno de los más conocidos, la obra de Leopoldo Flores se encuentra en diversos lugares, entre los espacios universitarios se cuentan el mural del cerro de Coatepec: “Aratmósfera”; “El hombre universal”, ubicado en la cúpula del edificio del Centro de Investigación en Ciencias Sociales y Humanidades de Ciudad Universitaria; el esgrafiado del rey poeta Nezahualcóyotl en el Plantel de la Escuela Preparatoria número dos de la UAEM; el retrato de Adolfo López Mateos, que estuvo varios años en el Aula Magna, hoy en el Centro Universitario de Atizapán de Zaragoza y el mural en el Museo Universitario Luis Mario Schneider de Malinalco; afuera de la universidad están, entre otros, “El hombre contemporáneo”, que pintó en el hotel Plaza Morelos de Toluca y “El color del origen”, que se encuentra en El Colegio Mexiquense.
El Cosmovitral, diseño del artista, reúne más de “500 mil fragmentos de vidrio en tonalidades azuladas, rojizas y amarillas principalmente, conforman el vitral más grandes del mundo, cuya particularidad es la secuencia con la que fue construido, que hace parecer que no tiene principio ni fin”, una obra hecha en una construcción que durante el Porfiriato fue un mercado ubicado en el centro de Toluca.
La faceta de ser humano de Leopoldo Flores es la de una persona franca y comprometida con sus conocidos, amorosa, dice Deeni Flores, con gran sentido del humor “Leopoldo Flores es artista singular e irrepetible. Al recibir las insignias doctorales y hacer una breve descripción de su arte, terminó diciendo: `Esto es lo que hago y lo que soy´», menciona el texto de Peñaloza.
En sus últimos días, Leopoldo Flores padeció de Parkinson pero no dejó de hacer crítica y menos de trabajar, en una disciplina que hacía que –aun con la enfermedad– no le temblara la mano cuando pintaba, dice Gabriela Morales San Juan, directora el Museo Universitario Leopoldo Flores.