Pandemia + confinamiento + consumismo = inflación

Pandemia + confinamiento + consumismo = inflación
Los niveles inflacionarios en gran parte de las economías del planeta están viendo niveles que no se observaban en décadas.

La actual tendencia inflacionaria en el mundo encierra una lección. Hemos salido del confinamiento por la pandemia para incrementar nuestro consumo y ello está generando que los precios suban, porque demandamos más de lo que hay en el mercado. Hace año y medio, cuando los confinamientos ordenados en casi todos los países del mundo trajeron como consecuencia disminución de los índices de contaminación del aire, cuando hasta animales silvestres llegaron a verse deambulando por calles de las ciudades vacías, se albergaba la esperanza de que el confinamiento sirviera para darnos cuenta lo conveniente que era “bajarle un poco” al frenético ritmo de vida, basado en el consumo. No fue así.

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Luego de empezar las campañas de vacunación en muchas partes del planeta (sobre todo en los países del norte del hemisferio, destacando Europa y Norteamérica), se suprimieron las restricciones para salir, acudir a restaurantes, ir de viaje, concentrarse en las plazas comerciales, ir de fin se semana o de fiesta, renovar el guardarropa, etcétera. En términos de recuperación económica, se advirtió que ello reactivaría los mercados, generaría empleos y el PIB recuperaría niveles convenientes por la generación de riqueza. Sin embargo, dado que muchas de las cadenas productivas estuvieron paradas durante largos meses, no hay suficientes productos e insumos para abastecer la demanda. Al haber más demanda que oferta, lo precios suben.

Los niveles inflacionarios en gran parte de las economías del planeta están viendo niveles que no se observaban en décadas. Los precios del gas, la gasolina, la electricidad han impulsado sobremanera esta tendencia; también el alza en los aceites vegetales, los cereales, los lácteos y la carne es notable a nivel global. Por ejemplo, ya hemos hablado acá mismo en otra ocasión sobre la falta de chips y su repercusión en industrias como la automotriz, que aunque tenga filas de clientes esperando una unidad, terminará el año con ventas menores que en años pasados precisamente porque no tiene vehículos suficientes para atender la demanda y, los pocos que hay, evidentemente suben de precio.

Al subir el precio de la energía (en forma de gas, de gasolina o de electricidad) otros productos de la canasta básica experimentan alzas, porque la energía es indispensable para transportarlos, exhibirlos o prepararlos. En suma, hay en todo el planeta condiciones convergentes que han derivado en una burbuja inflacionaria que está afectando el bolsillo de las personas.

Las famosísimas compras de fin de año parece que atizarán aún más la hoguera, pues se viene una época en la que la gente podría tener dinero en el bolsillo y le da por comprar (de todo) y, si la demanda crece pero la oferta no, pues las mercancías tenderán a encarecerse.

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No obstante lo anterior, el anuncio de que en Sudáfrica han identificado una variante del SARS-CoV-2 (Bautizada como Omicron) más peligrosa que la Delta (que causó muchos estragos en nuestro país en la primera mitad del año), ha hecho que los inversionistas financieros entren en pánico, en lo que algunos llaman “aversión al riesgo”, provocando volatilidad en los mercados bursátiles y de divisas, con sus consecuentes turbulencias a distinta escala.

Todo lo dicho puede resumirse en algo más o menos sencillo: ya no conocemos otra forma de vivir que consumiendo. Algunos pueden hacerlo más que otros (por la disparidad de ingresos), pero todos hemos cimentado la existencia en ello y, cuando un ser tan diminuto como un virus nos hace jugarretas tan crueles, nos pone a pagar esa necesidad por consumir, comprar y comprar, aunque las cosas estén cada día más caras.

En Europa han regresado a los confinamientos en algunas regiones, debido a las nuevas olas de contagio y el incremento en los casos de covid-19. Ello podría derivar en nuevas suspensiones de actividades productivas o comerciales y dejar condiciones para que en el 2022 nuevamente tengamos falta de suministro en varias cadenas productivas reproduciendo un ciclo que produzca más inflación. Hay que ahorrar y no malgastar. Eso dicen los que le saben a esto.