Verdad, justicia y memoria. La historia de Lorena Gutiérrez, madre de Fátima y Daniel

Lorena ha tenido que hablar y contar la historia de su familia. Su voz es una enunciación colectiva de los sentires y exigencias de otras madres y mujeres, pero sobre todo de sus hijos

Lorena Gutiérrez Rangel es una mujer que tuvo que enfrentarse a la cara más cruel de la violencia contra las mujeres: el feminicidio de su hija Fátima Varinia. Desde entonces, su vida cambió. Nunca más volvió a ser la misma.

Lorena emprendió un camino dificultoso en busca de justicia. En ese trayecto, su familia ha sido revictimizada y su hijo menor perdió la vida, consecuencia de la negligencia médica del sistema de salud público, explica Gutiérrez Rangel.

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Esta historia no es un caso aislado, es una de muchas que abundan en el Estado de México, uno de los lugares más peligrosos para ser mujer. Durante el 2021, se registraron 144 feminicidios y en los dos primeros meses de este año, 22 mujeres más fueron asesinadas, de acuerdo con el Secretariado Ejecutivo de Seguridad Pública. Ante la negligencia y la injusticia, Lorena –como muchas otras madres– se ha organizado y exigido al estado: verdad, justicia y memoria.

Esta entrega busca visibilizar la historia de Lorena, sus corajes, rabias, frustraciones y la necesidad que tuvo de convertirse en una madre que exige justicia para sus hijos. Esta es su historia.

El feminicidio de Fátima

Soy Lorena Gutiérrez Rangel, mamá de Fátima Varinia Quintana Gutiérrez, asesinada el 5 de febrero del 2015, en la Lupita Casas Viejas, municipio de Lerma.

Yo antes del feminicidio de mi hija era como cualquier mamá que vive una vida normal. Una vida común. Una vida de una madre que tienen las ocupaciones de llevar a sus hijos a la escuela, de ocupar su vida en atender a sus hijos y su casa.

Mi vida giraba en torno a mis hijos, pero el jueves 5 de febrero del 2015 nos cambió la vida de una manera radical. [Fue el día en] que estos 3 sujetos –que eran mis vecinos– dispusieran de la vida de mi hija Fátima. Se sintieran con el derecho de privarla de la libertad, torturarla, violarla, lapidarla cuando mi niña venía de la secundaria a las 2:40 de la tarde. Ella pasó frente a la casa de ellos porque ese era el camino habitual. Forzosamente teníamos que pasar frente a la casa de Luis Ángel y Misael Atayde.   

Aquel 5 de febrero del 2015 le tocó a Fátima ser parte de las cifras de niñas y mujeres víctimas de feminicidio en el Estado de México.

Maternidad politizada

Después del feminicidio de Fatima, Lorena tuvo que tocar puertas, salir a las calles y exigir a las autoridades que hicieran su trabajo. Pasó, como ella narra, de ser una madre que se preocupaba por sus hijos y su hogar a luchar contra un sistema que violenta todos los días a las mujeres, niñas, niños y hombres. Lorena ha tenido que hablar y contar la historia de su familia. Su voz es una enunciación colectiva de los sentires y exigencias de otras madres y mujeres, pero sobre todo de Fátima y Daniel.

Lorena explica que el dolor la ha impulsado a movilizarse, pero también la profunda conexión y amor que tiene por sus hijos. Para ella esa es la raíz de la fortaleza que tienen las madres de víctimas de feminicidio:

Siempre vas a extrañar a aquella persona que creció dentro de ti, que tú le diste vida, que la tuviste contigo 9 meses y luego, 12 y 16 años. Eso es lo que te da la fuerza, de mi parte por eso lucho, por el gran amor que les tengo a mis hijos. Yo creo que de esa manera nosotras las mamás sacamos la fuerza para poder hablar.

Diversos estudios señalan que las madres que luchan por justicia para sus hijas víctima de feminicidio, desaparición, homicidio –entre otros crímenes– han asumido una maternidad radical y politizada porque “la maternidad ya no implica pasividad; implica lucha, revolución (aunque siga basando esa lucha en las ideas de protección y amor)”.

La politización de la maternidad se da cuando las madres ejercen “su capacidad de agencia con el fin de originar cambios sociales, jurídicos y políticos”. Ellas se conforman como sujetas políticas, “cuyo discurso es de los derechos humanos, la justicia y lucha contra la impunidad”.

Entonces, la maternidad no solo cumple una función biológica y social, se convierte en política cuando salen a las calles a manifestarse; cuando investigan, denuncian la negligencia de las autoridades, instalan memoriales, hacen performance con el único objetivo de conseguir verdad, memoria y justicia para sus hijas e hijos.

Revictimización después del feminicidio de Fátima

Sin embargo, esta transición de una vida cotidiana a una «maternidad politizada» ha sido un camino lleno de dolor, revictimización y negligencia por parte de las autoridades. Lorena narra que han pasado 7 años de vivir un infierno, principalmente porque las instancias que debieron proteger a su familia la han revictimizado. La familia de Lorena fue desplazada dos veces, la primera ocasión a un municipio cercano a Lerma –donde su hija fue asesinada–; sin embargo, debido a las amenazas de muerte fueron desplazados a Monterrey.

Nuestra vida ha sido muy difícil a partir del feminicidio de Fátima. Nosotros sufrimos después de la perdida de Fátima de esta manera tan violenta en que nos fue arrebatada. Después del feminicidio comenzamos a vivir la omisión, la indolencia, la corrupción, la impunidad de todo sistema de justicia, de todo un Estado, de la sociedad –porque también forma parte de la omisión y de la indolencia. Las autoridades del gobierno de nuestro país también forman parte de esto, y el sistema de impartición de justicia –no solo del estado, sino de nuestro país– también forma parte de toda esta revictimización, que no solamente vivimos nosotras las mamás de víctimas de feminicidio, sino también las familias.  La viven miles de madres que han perdido a sus hijas, niñas, a sus hijos a manos de la delincuencia que ya está rebasa en nuestro país.

A nosotros nos ha tocado luchar desde ese jueves 5 de febrero del 2015 y tocar puertas. Tener siempre en mente que no nos vamos a rendir que lo único que queremos es acceso a la verdad, a la justicia y nuestro derecho a la reparación integral del daño. Nosotros queremos tener acceso a esto, pero sobre todo acceso a la justicia para mi hija Fátima.

Negligencia médica

En Nuevo León –ciudad en la que vivían–, su hijo Daniel murió el 24 de noviembre del 2020 debido a la negligencia medica. El hijo menor de Lorena presentó un malestar en el estómago y pese a pedir atención médica en 4 hospitales, esta le fue negada. Al ser una familia desplazada tuvieron dificultades para acceder a un empleo, salud pública y una vida digna:

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No lo atendieron porque no teníamos acceso al sistema de salud. Las autoridades no nos garantizaron ni si quiera eso, pero lo debieron hacer, deben garantizar el acceso al sistema de salud. Violentaron los derechos de mi hijo, no solo al sistema de salud. 4 hospitales del gobierno de Monterrey, 4 hospitales le negaron la atención y Daniel Murió víctima de negligencia médica y de homicidio doloso. Un niño que estaba en protección. Posterior a esto, nosotros seguimos desplazados.

Un aprendizaje doloroso

Lo que yo he aprendido es que la justicia no llega y te toca la puerta. No te dice: aquí estoy, ya está la sentencia. Tú tienes que salir, tocar puertas, luchar. Todas sabemos que los derechos que tenemos no nos los han regalado, los hemos tenido que arrancar a este sistema. Ninguna lucha se ha ganado estando dentro de tu casa y menos pidiendo por favor. Los derechos se han ganado luchando. Yo eso lo tengo muy claro, yo he luchado junto a mi familia porque no digo que yo sola, hemos sido un equipo y lo seguiremos siendo hasta que logremos el perfecto acceso a la verdad y a justicia.

Yo he aprendido que tengo que luchar en colectivo y tengo que ser empática y sorora con mis compañeras que todavía no tienen una sentencia; pero vamos a luchar por ello, porque no solo es para Fátima y Daniel, sino para cada uno de los que han sido asesinados y violentados.

La realidad es que he aprendido que tenemos que unirnos para lograr ese acceso a la justicia que no tenemos que tener miedo. Después de que te asesinan a dos hijos lo que menos tienes es miedo. Lo que más sientes es coraje, impotencia, esa rabia que te hierve dentro del pecho.

Yo he tenido que aprender leyes, no me gustaban ni me gustan. Yo siempre he dicho que no soy activista ni defensora de nadie. Soy una mamá de víctima de feminicidio que ha sufrido mucho, que ha llorado mucho.







Lucha colectiva: una luz en medio de la oscuridad

Aunque a Lorena no se reconoce a sí misma como defensora de derechos humanos, la experiencia –que desafortunadamente ha adquirido– la comparte con otras madres que recién inician el proceso para conseguir justicia, porque para ella es mejor luchar en colectivo. Y explica que el acompañamiento de otras mujeres con quienes puede compartir su dolor, rabia y tristeza también le da fortaleza para continuar en lucha.

A mí me ha servido mucho esta lucha, caminar y estar acompañada de mis compañeras, de las mamás de víctimas de feminicidio y de desaparecidos. En esta lucha tú te encuentras con todas, con todas las víctimas de los delitos que son bastantes, que no solamente son feminicidios.

Esto me hace a mí sentir fuerza, sentirme acompañada, saber que no estoy sola, que están ellas y que caminamos juntas, luchamos juntas y exigimos juntas.

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Esperamos que en realidad esto cambien en algún momento, lo hacemos por eso, porque nadie más viva lo que nosotras vivimos. Por eso, estamos uniéndonos así en colectivo para exigirle al sistema que dejen de simular, que trabajen, que investigan, que en realidad hagan su trabajo.

Si tú lo haces sola hacen caso omiso, pero si te van en colectivo, con más mujeres, por supuesto que sí [te escuchan] y cada día vamos a ser más.

Esto me hace darme cuenta que callar no nos lleva a nada bueno. Tenemos que hablar, tenemos que denunciar a todos y cada uno de quienes no hacen su trabajo. Pues a veces tu como mamá de víctima de feminicidio o desaparición tienes que hacer su trabajo. Tienes que ser investigadora, y la realidad es que a nosotras las mamás nos sirve esa unión porque les decimos [Ya basta].

Ilustraciones: Karlos Velazquez / Fotografías: Víctor Castillo