La semana pasada inició en México un gran escándalo por la tesis de licenciatura de la ministra Yazmín Esquivel. Como se sabe, ella es una de las aspirantes a presidir la Suprema Corte de Justicia de la Nación, así que la grilla interna por ese cargo llevó a alguno(s) de sus adversarios a exhibir este bochornoso caso de lo que algunos han llamado plagio, pero que en realidad parece otra cosa. ¿Por qué? Pues porque plagiar consiste en copiar obras ajenas y, a la luz de los datos que se han revelado, hay por lo menos dos tesis de licenciatura más con contenido idéntico al de la ministra, presentadas por personas diferentes, en escuelas distintas, pero dirigidas por una misma persona.
Hace un sexenio, cuando una investigación periodística evidenció que el entonces presidente de la república, Enrique Peña Nieto, había incurrido en plagio en su tesis de licenciatura, parecía muy clara la falta: pasajes completos del trabajo estaban copiados de distintos textos y no había referencia a las fuentes originales; es decir, el autor presentaba como propias ideas o afirmaciones que no eran de su autoría. Es el tipo de plagio más frecuente en el ámbito escolar.
El plagio en el mundo académico
Los escándalos por plagio son una constante en el mundo académico. Entre la gente que se desarrolla en las universidades, institutos de educación superior, centros de investigación y similares, una de las faltas mayores es presentar como propias ideas que generó alguien más. Quienes pasamos la vida en esos ámbitos, debemos asegurar que nuestras producciones no puedan ser acusadas de plagio, pues ello termina con la carrera de cualquier académico. Sin embargo, quienes sólo “pasan” por las aulas universitarias no valoran de un modo similar esta falta. Desde los trabajos que elaboran para cada curso hasta la tesis, se convierten en una especie de trámite que hay que librar como se pueda.
Los profesores universitarios sabemos que algunos estudiantes venden sus trabajos o simplemente los entregan a otros compañeros para que los presente como propios. Es un plagio estudiantil muy común. Igualmente, con demasiada frecuencia encontramos que muchos copian y pegan en sus documentos pasajes de libros, artículos, monografías o contenidos de blogs y los presentan como su trabajo para aprobar una evaluación.
En el ámbito de las ideas, generar algo es un trabajo de largo aliento, precedido por constante lectura, reflexión y discusión. Estas no son tareas que desarrollen todos los estudiantes y menos ahora, cuando en Internet es posible encontrar mares de información que se puede utilizar para redactar un trabajo. Sin embargo, es responsabilidad de los profesores atajar estas prácticas. No hay trabajo de tesis que se presente sin el aval de un director o tutor y con la aprobación de algunos sinodales (el número puede variar dependiendo de la universidad y del grado al que se aspire).
Lee también: Prisión preventiva oficiosa
Entonces, cuando un director de tesis permite que el estudiante presente algo que no generó por sí mismo y siguiendo los cánones de la producción académica, es responsable de las faltas. La calidad de los trabajos siempre será diversa, dependiendo la capacidad, formación y comportamiento ético de cada estudiante. Para valorar la misma se conforman los comités de evaluación. Los profesores que los integran tienen la responsabilidad de leer el trabajo y, en su caso, dar el voto aprobatorio para que se presente a examen. No todos llevan a cabo dicha labor con profesionalismo y de ello son responsables.
El estudiante que busca simplemente librar el trámite de obtener un título, estará dispuesto a presentar casi cualquier cosa, pues no es en la vida académica donde piensa estar el resto de su vida. Hay personajes que les ofrecen hacerles la tesis y cobrar por ello. Si se trata de un profesor, el hacer este tipo de ofertas constituye una falta muy grave, que atenta contra el espíritu de la educación superior. También hay quien lo hace “por fuera” y sus servicios consisten básicamente en producir el trabajo y ya el estudiante tendrá que encargarse de cumplir el trámite interno de que se lo aprueben y defenderlo en examen. En este caso se trata de un acto “mercenario” y de la comercialización de lo que debiera ser una prueba de capacidad de quien obtiene un título.
El caso de la ministra Esquivel
El caso de la ministra Esquivel ha abierto la puerta a preguntarse por el grado de honestidad y profesionalismo con el que se conducen los procesos de titulación en nuestro país. La universidad de la que egresó ella es la UNAM, la profesora que dirigió la tesis y quienes fueron sus revisores y sinodales también son de la Máxima Casa de Estudios en México. Se trata, nada menos, que de la universidad que lidera todos los rankings del país y de América Latina. La UNAM es, de acuerdo a distintos sistemas de evaluación, una de las 100 mejores universidades del mundo.
Dado que hoy los repositorios institucionales ponen en acceso abierto los trabajos de titulación, es muy fácil que cualquiera pueda compararlos y constatar (como en el caso en comento) que las tesis son casi idénticas. Caeríamos en el terreno de la especulación al afirmar cómo fue que esto ocurrió en el caso de la ministra. Debe ser la UNAM la que llame a cuentas a los profesores involucrados. Por su lado, los egresados, titulados bajo procesos no claros, tendrían que preguntarse por la honestidad de sus actos. Y, el resto de los mexicanos, debemos preguntarnos por la impostura que estaría detrás de miles y miles de casos.
Tal vez te interese: Dialogar para vivir juntos
Ya están comprobados los casos de un presidente de la República y de una aspirante a encabezar la Suprema Corte de Justicia de la Nación cuyas tesis no fueron lo que se esperaría. Es seguro que a todos los niveles y en todos los ámbitos se le puede rascar un poco y saldrían a la luz más casos. Son las instituciones de educación superior quienes ahora están llamadas a revisar escrupulosamente cómo tienen lugar sus procesos de titulación. Pensemos en profesionales de la salud, de la educación, del derecho, de las artes que no pueden comprobar la honestidad de titulación ¿Cómo podrían, entonces, ejercer con ética profesional sus labores?
Plagiar o no plagiar es un dilema en los estudiantes. Atajar estas prácticas es responsabilidad de los profesores. Respaldar los procesos rigurosos es atributo de las instituciones y, a las autoridades, les toca sancionar los casos para impedir la incidencia. Todo esto que comento está al margen de las implicaciones políticas en el caso de la ministra Yazmín Esquivel, porque su situación particular es sólo sintomática de cómo venimos haciendo las cosas en términos de formación y expedición de títulos profesionales.